Tributo de la sombra

Tributo de la sombra
Gustavo Lespada
Paradiso Ediciones, 2013
Poesía, 108 pp.

por Rubén Sacchi

Hay poesía descriptiva, contemplativa, vivencial o épica, la de Gustavo Lespada es ensayística. Interpela al lector y se pregunta a sí mismo. Propone axiomas y los desbarata. Crea teoremas y supone soluciones que siempre quedan a medias en la etapa de la demostración.
Escribe el autor: “poesía es lo que nadie/ espera (de pronto la palabra es/ otra cosa)”, la palabra como elemento metamórfico, transformador, que dice una cosa pero puede significar otra. Un objeto inasible que, sin embargo, posee la capacidad de hacer mutar lo tangible.
En una redoblada apuesta, define la escritura como aquello que da entidad al ser humano, porque el hombre es, a través de la mente, fragua de ideas, “el camino entre el paramecio y dios”, porque la palabra “No ha venido a curar, sino a meter la espada”.
No obstante, encuentra su esencia de bien social, que recrea costumbres ancestrales “compartir la palabra/ como el pan y los peces/ obra el milagro”.
Formas de la sombra: el paso del tiempo, la ausencia, la noche o la falta de luz; la oscuridad de la letra sobre el papel en blanco, pero también la deliberada ausencia de la humanidad, “cuando un niño ay sin pan y sin palabra”.

Intento poético

Intento poético
José Alejandro Arce
Azahar Ediciones, 2014
Poesía, 68 pp.

por Rubén Sacchi

La poesía puede ser un arma cargada de futuro pero, sin dudas, también es un presente el que se agazapa en ese mecanismo liberador.
¿Cuál es la manera de conjugar la angustia o retener la alegría que escapa a la poetización de la realidad? No la hay. Todos los diferentes métodos de interpretación de la vida que no transitan ese camino, serán sólo máscaras para ocultar nuestra perpejlidad ante el devenir.
Pero la poesía no es un logro, es siempre un intento. Como la búsqueda del vellocino de oro que obsesionó al marino Jasón, el poeta busca la palabra exacta que lo confirme como tal. Persigue la ­utopía.
José Alejandro Arce realiza aquí su aporte en la permanente exploración de la lengua; la lengua, como única e imperfecta transmisora de sensaciones y vivencias, que el poeta ve como un “ave maldita”, que en su doble función de aclarar y confundir, nos recuerda siempre la condena bíblica de aquellos viejos habitantes de Babel.
Asiendo la metáfora a la que apela el vate, es un proceso similar al orgasmo. Pero como todo acto amatorio, se origina en el conciente concreto y deviene en frenesí hacia otros lugares cerebrales, parajes indómitos para el común de los mortales y sólo apenas más transitables para esos seres que arriesgan sus versos en ese intento permanente de aprehender la vida. Ese sitio en el que se adentran los desesperados e insatisfechos, los locos y los sedientos, ese espacio eterno del que ya no se regresa.

El niño elefante

El niño elefante
Mad Vélez
Expreso Nova Ediciones, 2014
Novela, 100 pp.

por Rubén Sacchi

Si es menester definir el libro, diría que trata de la difícil relación del hombre con los animales, más problemática cuanto más se aleja éste de lo natural.
Mad Vélez aborda la temática a través de un niño huérfano y semianalfabeto que debe enfrentar los rigores de la vida y tiene un particular vínculo con los animales, dejando en evidencia esa contradicción que ya se expresaba en el Génesis, de La Biblia, donde leemos en 1:28: “multiplicaos; llenad la tierra, sojusgadla y señoriad en los peces del mar y en las aves de los cielos y en todas las bestias que se mueven”, mientras que en 6:19, dice Dios a Noé: “Y de todo lo que vive, de toda carne, dos de cada especie meterás en el arca, para que tengan vida contigo; macho y hembra serán”.
La piedad y la crueldad se enfrentan en dura batalla, donde el dinero siempre estará al lado de esta última. También la fidelidad y la traición jugarán un papel fundamental en la historia que, entre otras cuestiones, pone en discusión la utilización de animales para divertimento.
El niño elefante también instruye sobre el efecto terapéutico que tienen sobre nosotros esos seres que suelen parecernos tan tiernos o tan monstruosos pero que, nos guste o no, comparten con el hombre la pertenencia al mismo reino.

Amaneceres en Jenin

Amaneceres en Jenin
Susan Abulhawa
Ediciones Nuevos Tiempos, 2014
Novela, 384 pp.

por Rubén Sacchi

A pocos días de haberse perpetrado otra impune matanza de palestinos en la Franja de Gaza, el libro de Susan Abilhawa nos muestra que sólo fue una más de las remakes que suele protagonizar Israel contra ese ancestral pueblo que vivía en paz hasta que “recibió la visita de la historia”.
La novela cuenta la vida de Amal y, a su través, la de varias generaciones que habitaron Ein Hod, una primitiva aldea al este de Haifa que vivía de los frutos de la tierra y en armonía con ella. Pero en ese relato es inevitable decir también cómo fue el establecimiento y desarrollo del sionismo y el genocidio palestino en sus manos, desde ya antes de la creación del Estado de Israel. Donde “Un segundo puede aplastar un cerebro y cambiar el curso de una vida”, porque “el año 1948 en Palestina cayó del calendario al exilio”. El lector crítico seguramente hallará comportamientos análogos a los de las más feroces dictaduras.
Su lectura no puede menos que producir pena y estupor, mientras transmite el sentimiento de rabia e impotencia que soporta aquel pueblo hasta hacerlo carne. Para expresarlo de manera más gráfica, puede condensarse en el aullido de una madre a la que le es arrebatado su bebé: “Si Dios existe, oyó el lamento”.
Repasa la crónica año tras año pero, mientras deviene la crueldad y la pérdida, también se anotan y describen las costumbres y cultura de los oprimidos, de manera tal que nos acerca a ellos haciendo que no parezcan tan lejanos y abstractos, que no sean sólo eso que rellena los noticieros de algún canal amarillista. Nos lleva a ver a esos semejantes como un reflejo posible, de tantos, en un mundo signado por el capitalismo y sus nefastas estrategias.
Para quienes trabajamos con la palabra, la valoramos y en ella vemos una herramienta eficaz para la unión de los seres humanos, muestra cómo la realidad puede reescribirlas y el vocablo ejemplo pierde su significado de arquetipo para convertirse en una joven víctima, un escarmiento para el resto. Las palabras “convertidas en despiadadas y crueles para ganar poder, a pesar de la razón o la historia”.
Jenin, un campo de refugiados donde las personas malviven hacinadas y rodeadas de metralla, es un ejemplo de resistencia. La autora nos dice: “En su voz había agonía suficiente para rasgar el cielo”, resta pensar ¿cuándo podrá rasgarse la tela de la injusticia?