Amor ciego y otros cuentos

Amor ciego y otros cuentos
Florencia L. Ghio
Ediciones Del Dragón, 2017
Cuento, 134 pp.

por Rubén Sacchi

El escritor colombiano Gabriel García Márquez decía, respecto de la escritura de cuentos, que “Inventar el mundo es lo más maravilloso que hay”. Florencia Ghio inventa situaciones, pero el mundo que describe en muchas de sus historias lamentablemente es el real.
Fiel a su primer libro, la novela El ciudadano, aborda problemáticas sociales muy actuales desde un lugar para nada cómodo: el de los más desprotegidos; y suele deambular por ese ambiente que le es tan propio, como lo es el sistema judicial. Allí transcurre la primera pieza, que da nombre al libro y describe un amor obsesivo hasta la locura.
De tópicos diversos, puede observarse un fresco de Colonia del Sacramento, seguido de un truculento policial. Salta de la neurosis de Blancura salvaje a la sátira humorística de Doctor, Doctor, pero en todos está la búsqueda del mensaje que dé sentido a la escritura.
En El último debate plasma un conflicto interior, tal vez el propio, donde la gran ausente es la certeza. Sin embargo, el texto es concluyente en referencia a la sociedad actual y al sistema judicial. La autora toma compromiso con su tiempo y en El nuevo Fuhrer puede referenciarse el rechazo de los hijos de los genocidas por sus padres, así como la trata de mujeres en Lulú, labios de hielo.
Amor ciego es un libro interesante, dieciocho cuentos inteligentes abordando el alma humana en toda su dimensión amorosa, así como también en su crueldad, esa de que esta especie, de la que nos enorgullecemos, es tan capaz de ejercer.

Altares suburbanos


Altares suburbanos

de Emiliano Campos Medina

Arte de tapa: Marcia Schvartz

Ediciones en Danza, 2018

Poesía, 70 pp. 

por Eduardo Silveyra


El suburbio bonaerense es un territorio donde sucede el amor y el desamor, la espera de justicia ante su falta, el abuso policial con su sombra tanática. En ese escenario descarnado la palabra suele tornarse dura, desesperada y a veces innombrada para convertirse en un balbuceo. Sin embargo, en ese terreno poblado de seres ásperos, Emiliano Campos Medina, encuentra los ecos precisos para convertirlos en poesía y en imágenes documentales de una realidad desolada, como cuando dice: "Bajamos del micro/en un descampado/Al pie de un monte/vimos una casa derruida/y columnas de humo/de un basurero".

La soledad, en los términos expresados por Rilke al decir, qué sería de ella, si no fuera grande, es encontrada sin desentonar, en los ámbitos melancólicos de otros paisajes, como los bares de San Telmo o a la dureza monumental del norte argentino. Tal vez se trate de un viaje sinuoso expresado con las palabras precisas, algo que no abunda en la poesía producida en los últimos tiempos, donde los textos se enmarañan en una jungla de neologismos, las auto referencias de los neo lacanianos surgidos en la UBA y la repetición de lugares comunes, propios del progresismo literario, sitios poco aconsejables para crear poesía o literatura válida.
Altares Suburbanos, no es un libro de poesía más, es una obra amasada con el colorido plebeyo al cual le rinde culto, porque es la materia con la que su poesía ha sido creada. Transitar el aura de lo político, sin que el texto se convierta en discurso tiene sus dificultades, pero la política es revelada en escenas donde se muestra para decir y nombrar, una propiedad lograda con la sustancia de las certezas poéticas, si es que realmente la poesía otorga alguna.

El chico que relataba partidos de fútbol

El chico que relataba partidos de fútbol
Pablo Di Pietro
Ediciones Del Dragón, 2017
Novela, 128 pp.

por Rubén Sacchi

En casa hay una vieja radio de madera que era de mis padres. Cuando paso cerca y la miro, siento aún el eco de las palabras que salieron aquel día de su parlante: “Si quieren venir, que vengan, les presentaremos batalla”. La sentencia, más cercana a la bravuconada que a la gesta heroica, era proferida por el dictador Leopoldo Fortunato Galtieri y se refería al Reino Unido. Era el 10 de abril del 82, a poco más de una semana de ocupadas las Islas Malvinas.
La guerra de Malvinas es un tema recurrente, tanto en el cine como en la literatura contemporánea. Lo difícil no es abordar el tópico sino hacer una historia novedosa.
El fútbol, como todas las grandes pasiones populares, es utilizado por los estamentos del poder para manipular a las masas, pero su práctica no deja de encerrar un despliegue de destreza física y, en casos contados, cierta exuberancia artística. De ahí que su público incluya un gran número de intelectuales que saben leer la entrelínea de la noticia y pueden separar, como dice el vulgo, la paja del trigo.
Di Pietro desarrolla una historia tan entrañable como el personaje que la habita. Recorre la etapa que comenzó con el regreso de Perón y que forjó dos generaciones de revolucionarios, a los que sólo pudo frenar un plan de exterminio. En ese trayecto, se detiene en hitos cotidianos: el egoísmo; el despertar del deseo; la religión y “su reparto habitual de miedos” o el servicio militar obligatorio en que recuerda a “un sargento (...) Te cagaba a palos, pero qué tipazo, che”. Todas esa vivencias son atravesadas por el fútbol, ya sea con el ardor del hincha, la efusividad del relator o la expectativa del jugador, que ve en ese deporte su modo de vida.
Un buen libro para estos tiempos en que un submarino puede desaparecer sin dejar rastros, cerca del archipiélago austral y que en nuestro puerto amarran buques ingleses custodiados por ­nuestra propia tropa. Hoy, hablar de Malvinas resulta una tarea indispensable.

El agua ardiente

El agua ardiente
Eduardo Silveyra
Expreso Nova Ediciones, 2018
Novela, 64 pp.

por Rubén Sacchi

En 1974, Invisible, la banda liderada por Luis Alberto Spinetta, editaba su primer L.P. Tanto era el cuidado que el Flaco ponía en los trabajos, que el vinilo tenía adosado a su funda interior un disco pequeño, de los llamados simples. El adujo que la obra era más extensa que lo que cabía en ese formato, pero que le resultaba indivisible, por eso el apéndice. Pareciera ser el caso de El agua ardiente, casi un capítulo faltante -para ser más actual un bonus track- de El baile de la yegua, editado en 2017. La analogía no es caprichosa, porque estamos frente a un libro de rock & roll y cultura canabística.
Entre uno y otro trabajo no hay solución de continuidad. Uno sucede al otro sin saltos de escenario, de situación ni de personajes. El lenguaje se mantiene desenfadado en el afán de desacartonar mitos y el mármol de la historia se mezcla con las inalienables libertades individuales: libre consumo de narcóticos y diversidad de tendencias amatorias.
Un personaje turbio, El Editor, refleja la dura realidad del escritor, pero al final es burlado, dejando la firme idea de que las riquezas de cualquier orden pertenecen a quienes las producen.
Las escenas rayan el surrealismo y reina la fantasía. Silveyra sostiene la teoría de que, en la costa ribereña de La Boca y dentro del peronismo, todo es posible. Allí el dolor y la muerte, como atada su suerte a una veleta, pueden viran según los vientos del ánimo y la esperanza. Hay un velorio, pero sucede la fiesta.