Era tan oscuro el monte

Era tan oscuro el monte
Natalia Rodríguez Simón
Ediciones Mardulce, 2019
Novela, 160 pp.

por Rubén Sacchi

El poeta patagónico Vildo Pioppi escribe: “ser una gota de rocío sobre una hoja en este desierto habla de la testarudez y los intentos”. Esa idea sobrevoló mi lectura de Era tan oscuro el monte, sólo que en el libro la testarudez está marcada por la condición humana de los personajes y sus constantes intentos irán tan lejos como el sistema que los embrutece les permita. No se necesitan alas para chapotear en el fango.
La novela es una historia dura, lacerante, quizás no más que otras miles que ocurren a diario signadas por la miseria y la imposibilidad de salir de los márgenes, en los que la ignorancia y la falta de oportunidades es la materia prima de todas las desgracias ¿Cómo podrían trastocar su historia sin contar con las herramientas necesarias para ello?
Allí el amor se enmarca en los parámetros del patriarcado, donde la mujer es sólo un eslabón necesario para satisfacer las necesidades del hombre y reproducir un esquema que la cultura se obstina en llamar familia. La palabra “patrón” infunde temor y respeto casi atávicos. La vida es siempre la ilusión de algo mejor, pero se desarrolla en un presente continuo como si fuese una rueda que jamás se detiene y repitiera situaciones: “dolió tanto que pensó que no había otro dolor posible. Y tanto faltaba”, reflexiona la protagonista.
Mediante un relato que va alternando en la visión de los diferentes actores, Natalia Rodríguez Simón logra una historia atrapante en la que cada victimario es a la vez víctima de un cruel laberinto. Su precisa construcción da un equilibrio a las tensiones en permanente disputa; mantiene el interés en cada línea y deja en el lector el sabor de la buena literatura.

Hocus Pocus

Hocus Pocus
Kurt Vonnegut
La Bestia Equilátera, 2019
Novela, 352 pp.

por Rubén Sacchi

Las viejas máximas no pierden vigencia. “Pinta tu aldea y pintarás el mundo” es una verdad que no termina de gastarse y envuelve a Hocus Pocus, si vemos cuántos puntos en común hay con estas tierras. Es algo inevitable, ya que ambas latitudes se encuentran bajo el régimen capitalista, que todo lo uniforma, menos los derechos.
Al inicio, una ficticia dedicatoria en la que se lee “mientras haya siquiera un alma en prisión no seré libre”, es una declaración de principios que recaerá sobre Eugene Debs Hartke, un descendiente de su autor que a través de todo el libro narrará, a modo de diario, su vida, la que resultará una cadena de contradicciones y eventos desafortunados. Aseverará: “Si existe una Divina Providencia, también hay una que es cruel”.
La historia es un claro ejemplo de cómo la formación recibida moldea lo que somos y que, en ella, los padres tienen el privilegio. Deja entrever la doble cara del imperialismo que, habiendo ganado la guerra contra las potencias del Eje, termina dejando en manos de los alemanes una fábrica de armas y a los japoneses les confía el manejo de las cárceles.
Profundo en ironía, construye un personaje que pasa de ser oficial del ejército norteamericano en Vietnam a profesor de una escuela especial y que en su vida exhibe un gran sentido práctico: “si los hechos no te causan gracia ni miedo, ni pueden hacerte rico, al diablo con ellos”, y comparándose con un múltiple asesino, agrega: “él no había contado con mi ventaja, que era la total cooperación de nuestro Gobierno”.
Va reflexionando sobre la vida, la libertad y las diferentes facetas de la idiotez humana. También acerca de la vida en prisión y el racismo: “cualquier varón Negro tenía que ser forzosamente un fugitivo”.
Fiel a su estilo, Vonnegut nos confirma “que la Humanidad se encamina hacia algo realmente bonito es un mito para niños de menos de 6 años, como el Ratón Pérez, el Conejo de Pascua y Papá Noel".

El viento escribe



El viento escribe
de Enrique Papatino
Espacio IFT
Boulogne Sur Mer 549, CABA
Viernes 20 hs.

por Rubén Sacchi

El poeta y dramaturgo francés, Jean Tardieu, escribió en 1951 Problemas y trabajos prácticos, cuyo apartado 15, La sinceridad, plantea: “Dado que usted me presenta un tarjeterito afirmándome que está vacío, si al abrirlo bruscamente me encuentro con un cocodrilo de gran tamaño, ¿quién ha mentido: usted o yo? Adivine lo que quiero decir”.


El texto, de contenido surrealista y aparente hermetismo, no hace más que exponer la conducta de cientos de personas cuyo posicionamiento frente a la realidad los lleva al análisis erróneo de la misma, a trocar verdad por mentira y viceversa con resultados no siempre inocuos.

Una frase que recorre el imaginario local desde hace años, nos trae una verdad de Perogrullo: “La única verdad es la realidad” pero, ¿cuál y qué es la realidad? ¿hay una única realidad o tantas como seres se la disputan? La realidad será, para cada quien, lo que éste se apropie o construya con parte de ese todo que agrupa a todas sus fragmentaciones.

Esta disquisición de ribetes filosóficos es la base argumental de El viento escribe, y digo la base porque bajo ese gran tema subyacen otras tantas cuestiones no menores, la obsesión, el poder, las jerarquías, la defensa del status quo y la supuesta sacralidad de la Historia sazonan una obra que engalana el circuito alternativo.

Un profesor de la Academia Francesa, dedica su buen pasar a coleccionar cartas antiguas. Su permanente proveedor es el heraldo de un viejo coleccionista, que debe desprenderse de algunos documentos para sobrevivir. Muchos son asombrosos y refieren a Juana de Arco, Napoleón y Corneille, pero lo que más lo sorprende es la correspondencia entre Isaac Newton y Blas Pascal, acerca de la Ley de Gravedad, que pone en jaque su autoría. Su jefe y director de la Academia, duda de su autenticidad, dando lugar a una serie de confrontaciones que llevarán a un desenlace dramático.

La obra no tiene baches y es representada por un trío talentoso, que lo viene haciendo desde hace casi un año, cuando la pieza se estrenara en el Teatro Payró. Cada uno logra componer su personaje con gran introspección, lo que no sólo se evidencia en lo corporal, sino que hay un gran trabajo en las miradas, que agregan un rico subtexto a las palabras.

La escenografía y el vestuario acompañan la ambientación necesaria y que no hace hincapié en las luces. Ni estas ni el sonido son elementos que agreguen emociones y se reducen a lo formal. Por ello, con una misma puesta siempre a la vista, los cambios de escena se dan por corte directo, el montaje interno se produce saltando de una a otra y mostrándolas en simultáneo.

Muy buen trabajo individual y grupal que pone en el tapete un tema siempre necesario de debatir, más aún en estos días en que la llamada posverdad es quien escribe nuestra historia.

Elenco:
Marcelo Nacci: profesor
Victor Hugo Vieyra: director
Manuel Longueira: heraldo

Equipo:
Escenografía y vestuario: Julieta Capece
Prensa y comunicación: Alfredo Monserrat
Producción ejecutiva: Paula Colombo – Cecilia Larumbe
Asistencia de Dirección: Paula Colombo
Dirección: Enrique Dacal

Veniales y mortales

Veniales y mortales
Gito Minore
Clara Beter Ediciones, 2019
Cuento, 146 pp.

por Rubén Sacchi

Recuerdo un disco de Litto Nebbia, con tapa de Pérez Celis, llamado Melopea, que sonaba en las radios allá por el 73. Uno de sus temas, decía: “Cortá un pedazo de torta y dame,/ vamos hasta la esquina a ver qué pasa,/ todo está en orden/ como es costumbre./ Si algo ha cambiado, eso es nosotros,/ el otro cambio, los que se fueron”.
Esa idea de continuidad de lo cotidiano es lo que acerca el libro de Gito Minore, aunque las situaciones planteadas sean sorprendentes y hasta parezcan grotescas, como la historia que abre el volumen, El embole, todo un canto a la hilaridad y una metáfora de la necesidad de romper con lo establecido.
El autor, que ya afirmó un estilo, trabaja hechos habituales y plantea escenarios diversos, que exhiben toda su crudeza. Nada de lo narrado escapa a la realidad, sólo que evita el edulcorado artificial, muy en boga para la complacencia de los lectores, y agrega una buena dosis de imaginación que a veces raya con lo surreal y es el contrapeso necesario para que esa complacencia atraviese una elaboración, un análisis necesario e imprescindible para que el lector no sea un mero espectador del texto, sino que participe del proceso que devenga en una visión final que lo nutra, en tanto lector, como resignificador del hecho literario.
La vejez, la violación, la precariedad que arroja a la delincuencia y la objeción de conciencia ante un padre represor, son algunos de los tópicos que se desarrollan sin atenuantes en el trabajo de Minore.
Interesante propuesta de una editorial independiente, que lleva varios años abriendo una brecha en el mercado alternativo.