Una felicidad posible

Una felicidad posible
Mariela Ghenadenik
Editorial Del Nuevo Extremo, 2019
Novela, 224 pp.

por Rubén Sacchi

Si tuviese que elegir uno de esos lugares comunes, a los que llaman refranes, para definir la obra, no sería “la primera impresión es la que cuenta”, sino “las apariencias engañan”. Es que detrás de esa tapa naïf de novela para adolescentes, hay una historia fuerte, de problemáticas adultas.

Nuevamente, Ghenadenik elige una protagonista mujer (aunque en el borrador inicial era un hombre) para desarrollar un escenario de insatisfacción y vacío. Lucía Garrido, una exitosa cirujana que lo perdió todo en su infancia, cuenta en primera persona su vida, que para el común de los mortales sería ideal: buen empleo y posición, marido adinerado, una pareja de hijos sanos y bellos, empleada doméstica ejemplar y tiempo libre para dedicarle al cuerpo, situación a la que llegó de la mano de sus tíos, que le dieron todo lo que pudieron tras el suicidio de su madre y el abandono de su padre. Pero eso no la llena.

La noticia de la muerte de su padre la moviliza y el viaje al pueblo donde será enterrado le hará enfrentar diversas situaciones que, lejos de estar superadas, se agazapaban dentro suyo: “tal vez la muerte sea nada más que desinterés”.

El planteo podría llevarnos a una historia más, pero el valor de la novela está en el gran trabajo realizado sobre los personajes, sobre todo en el central: una figura egoísta por demás, egocéntrica y soberbia, que no puede experimentar el amor ni por sus hijos. La empatía no es una de sus virtudes, no confía “en ningún otro animal”, piensa que “los animales no son otra cosa que instinto asesino”, “la relación humano-mascota es un invento de gente que no sabe estar sola. Yo no necesito a nadie”. Esa mirada también abarca a sus semejantes y es despectiva hasta en las metáforas: “El atardecer es una luz de pobres: amarillenta y gastada, sin nada por delante” y la gente sencilla le parece “gente horrenda”. Remata: “No creo en la amistad porque la idea detrás es embarcarse en una deuda futura”.

Profundamente negadora de la ciencia psicológica y consumidora compulsiva de clonazepam, se pregunta: “en qué momento me empezó a pesar tanto mi vida”; “¿Qué se hace con ese tiempo de mentira que es el pasado?”. Jean Paul Sartre escribió: “Somos lo que hacemos con lo que hicieron de nosotros”. Lucía no escapa a eso y encontrará la salida de ese presente continuo, pero si no se arriesga, sólo la hallará dentro de su zona de confort.

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