Si Hamlet duda le daremos muerte


Si Hamlet duda le daremos muerte
Autores varios
De la Talita Dorada, 2010
Poesía, 264 pp.

por Rubén Sacchi

Un represor carapintada dijo hace unos años: “La duda es la jactancia de los intelectuales”. Tal vez por eso crea que Hamlet tiene derecho a ella porque ¿no es la duda existencial lo que venimos arrastrando desde los atávicos días de las cavernas? Quizás lo que haya que matar es la duda misma o, en la metáfora shakespeareana, a Rosencrantz y Guildenstern, por traidores.
En esta antología se dan cita poetas de los 90 y aún más jóvenes, que demuestran tener claro el viejo conflicto de “ser o no ser”. En su mayoría hijos de las generaciones de los 60 y 70, no les debió resultar sencillo definir una estética propia, una existencia, a la sombra de esa impronta demasiado fuerte. Pese a eso, hay un lenguaje propio y arriesgado (una forma de ser es arriesgar la vida) como hilo común entre los autores.
Tal vez no haya forma de crecer sin, en el sentido freudiano, matar al padre; como sea, la verdadera posibilidad de llegar a ser un uno-otro es tomar lo mejor de aquel y agregar lo propio porque ¿cómo se puede avanzar volviendo siempre al principio? Rimbaud dijo: “Ya vendrán otros horribles trabajadores; empezarán a partir de los horizontes en que el otro se haya desplomado”. Bienvenidos.

Heroína


Heroína
Tomasz Piatek
Tren en Movimiento, 2010
Novela, 128 pp

por Rubén Sacchi

Una vieja canción del grupo Serpiente, un dúo sin mayor suerte comercial pero de gran talento, de Lanús, decía: “Sólo en mis momentos de vuelo/ creo alcanzarte, mi Dios/ subo en un trono de reyes, Señor/ y me dicen que soy yo el Rey Sol”. Esa es la sensación que parece conducir al personaje por los caminos marrones y brumosos de la heroína.
Piatek escribe “Como si una taza de chocolate caliente que está en mi cabeza se volcara para inundar mi cuerpo” y esa no debió ser, para él, una metáfora; seguramente, esa cobertura viscosa y dulce, como la de una torta, lo dominaba y llevaba por ese derrotero.
Heroína es una especie de diario de un adicto, que lo pierde todo en pos de la felicidad suprema que supone el uso del estupefaciente. Claro que ese diario es un objeto para armar que atraviesa diferentes momentos de su adicción, incluso, la pérdida de la personalidad.
¿Cómo se llega a eso? Piatek dice: “Te asalta sin aviso. Como un ladrillo que te cae sobre la cabeza”, aunque la cuestión, verdaderamente, es saber cómo se sale. En estas páginas se atinan varias respuestas, algunas demasiado trágicas.

Imágenes de una novela


Imágenes de una novela
Luis Cano
Ediciones Artes del Sur, 2010
Teatro, 152 pp

por Rubén Sacchi

La brevedad, en ocasiones, ejemplifica un universo más vasto, y lo que hallamos en estas seis piezas cortas es la representación de esos estratos infinitos que hacen al todo y a los que solemos aludir como la vida.
Mauricio Kartun escribió acerca de Imágenes de una novela que es “la novela enhebradora de imágenes íntimas que (...) constituyen el relato mítico que nos expresa”, vale decir que le adjudica carácter autobiográfico. Como sea, estas instantá­neas personales cobrarán la condición de generales en el momento que el público las enfrente, tal la función especular del arte.
Hay en las historias personajes absurdos de tan reales; situaciones donde la apariencia de no ocurrir nada deja pasar la existencia, porque ¿es la vida una cadena eslabonada de historias alucinantes? La respuesta de Luis Cano pareciera sostenerse en la máxima sartreana “Para que el suceso más trivial se convierta en aventura es condición, necesaria y suficiente, contarlo”. Y el autor lo hace con maestría angustiante, porque proyecta en la cotidianeidad todo el peso del vacío existencial, perfectamente acompañado por esa crueldad, tan única, de la especie humana.

Clepsidra


Clepsidra
Martín Andrade
Univ. Católica de Córdoba, 2005
Poesía, 60 pp.

por Rubén Sacchi

Escribe Marcos Silber en el prefacio: “EL TIEMPO, la ecuación de la vida y la muerte, los dos términos entre los que acontece el TODO, que abarca el TODO y que TODO lo contiene”. En ese derrotero, Martín Andrade comienza a andar (o desandar) su libro: “Abrir y cerrar los párpados:/ entre uno y otro gesto/ la vida”.
Con sabia mirada anuncia el reino de la noche al que nos llevarán “hombres sin rostro” que “juegan con fuego”, a “la crucifixión del hombre por el hombre”.
Por ese gigantesco reloj de arena que se desgrana lento pero inexorable, va a pasar la vida por única vez, para no regresar, dejándonos “huérfanos, sombríos,/ en los pozos de la soledad”; y se interroga, no por no aceptar la finitud, sino por no comprenderla lo que es, quizás, la interpelación más antigua que ocurre entre los hombres y los dioses: “Sereno o agitado, recorro/ la pregunta sin respuesta de la vida”.
Ante lo inevitable, la mejor estrategia es desposeerse del ego, unificarse al semejante, en una única humanidad, para que otro continúe nuestros pasos “Sobre la tierra silenciosa” donde “yacen, esparcidas,/ las semillas del amor”, en la esperanza de que “el tiempo y la lluvia/ las hagan germinar”.

Viento de fuego


Viento de fuego
Iván Yauri
Hipocampo Editores, 2007
Poesía, 46 pp.

por Rubén Sacchi

Hay en estos versos una poesía que iguala: “Somos todos transparentes/ como viento tórrido del monte”, que hace las veces de rasero y nos remite a ese momento en que un hombre no era más que otro hombre. Donde, sin embargo, la fuerza multiplicadora de las raíces se potencia en la diversidad.
En ese devenir, los desposeídos van dejando atrás la explotación, “los mugrientos bordes de los techos/ donde el día muere en su relave”, el pueblo se subleva a la precaria suerte: “Pero así somos madeja/ destejiendo el miedo”.
Si el flujo de las masas tiene una forma, Yauri describe su geometría desde que “Eres un puntito que trepa/ con terquedad”, para crecer luego “porque somos un punto/ y además segmento/ crepitando ahora“.
Mientras, deja que la física y la aritmética de los oprimidos apliquen sus propias leyes “...estridentes decibeles/ a nueve metros/ por segundo/ al cuadrado (...) somos/ nuestro más/ exorbitante/ mínimo común/ múltiplo”.
En resumen, nos muestra que el hombre es el único que puede construir su destino, a golpes de voluntad: “porque somos/ nuestro origen final./ Esta furiosa luz/ sobre el abismo”.

La salidera


La salidera
Sebastián Kirzner
Tren en Movimiento, 2010
Relato, 96 pp.

por Rubén Sacchi

La palabra salidera, hoy por hoy y en nuestro país, lleva a pensar en esa modalidad de robo a la salida de un ban­co, pero atinar una definición desde la óptica de Kirzner es un asunto más arriesgado. Quizás también se trate de una sustracción, pero de información -frases inconclusas, sugerencias truncas, ambigüedades-, también de la serenidad, esa que en el texto inicial, Anatomía, se expresa a través de las manos de Susan Sontag, pero que en realidad va acompañada de una actitud fuerte y nos cuenta la historia de una construcción lésbica, en donde hay lugar para hablar de religión y política, sutilmente, mostrando que todo, aunque sea un suceso personalísimo, no escapa al universo único que lo contiene.

Esa metodología de escamoteo se expone en Reclusión: “Nunca, en toda mi vida, he podido terminar de leer o escribir un libro, las últimas páginas simplemente no están”, o en Exceso y excedente: “Tal vez, yo no debería hablar”. Será que en estos relatos, llenos de sexo, dolor y atrocidades, la esparanza es una posibilidad remota en un final abierto, o como reza el epígrafe de Scott Fitzgerald en La internación: “Toda vida es un proceso de demolición”.

Inventarios

Inventarios
de Philippe Minyana
Ciudad Cultural Konex
Sarmiento 3131, CABA
Viernes y sábados a las 20:30 y domingos a las 19

Por Rubén Sacchi

Un marco de candilejas encuadra la pantalla donde se suceden las imágenes. Una tras otra, pasan fotos que hablan de las participantes pero, sobre todo, el objeto que cada una de ellas eligió como paradigma de su vida. ¿Quienes son? Tres mujeres francesas que intervienen en una competencia de la palabra. Todas con una historia dura -la guerra signó sus días- y gran experiencia de vida: logros y fracasos van desfilando acompañados de una palangana, una lámpara y un vestido. Sin tapujos para narrar hasta los detalles más oscuros, se expresan a su turno hasta perder el aliento; en los relatos se evidencia que también otras cosas han perdido, menos las ganas de seguir viviendo, esa fuerza interior que nos subleva a la adversidad y suele llamarse "instinto de conservación". ¿Por qué compiten? ¿Cuál es el premio? Tal vez sea sólo una manera de dejar testimonio de su paso por el mundo.


Una obra entretenida, dinámica y con maravillosas actuaciones. Los cuatro protagonistas dan lo mejor de sí en esta extraña competencia con formato de enlatado televisivo. El equipo técnico acompaña a la perfección, con buena iluminación y sonido.

Elenco:

Malena Solda: Angela Rougeot
Verónica Pelaccini: Jacqueline Mettetal
María Laura Santos: Bárbara Fesselet
Alfredo Staffolani: Eva-Igor

Equipo:

Dirección: Gonzalo Martínez
Asistente de dirección: Carolina Balbi
Iluminación: Ricardo Sica y Matías Sendón
Diseño de vestuario: Pablo Ramírez
Asistente de vestuario: Gonzalo Barbadillo
Diseño de escenografía: Alicia Leloutre
Fotografía: Alejandra López
Video y sonido: Ian Kornfeld
Peinados: Ale Granado
Maquillaje: Dolores Giménez
Traducción: Alicia Migdal
Prensa y difusión: Duche&Zárate
Diseño gráfico: Estudio Papier
Producción ejecutiva: Florencia Flores – Romina Chepe
La imagen es cortesía de Alejandra López