Yo, Encarnación Ezcurra



Yo, Encarnación Ezcurra
de Cristina Escofet
Teatro El Picadero
Enrique Santos Discépolo 1857, CABA
Jueves de febrero y 5 y 19 de marzo a las 20hs. Duración: 55'

por Rubén Sacchi

En la canción Quien quiera oír que oiga, Litto Nebbia dice: "Si la historia la escriben los que ganan eso quiere decir que hay otra historia". En la de Encarnación Ezcurra, el gran escriba es el patriarcado que hizo trascender la figura de Juan Manuel de Rosas por sobre su estratega, una mujer que debió calzar de gaucho”, “de las que se dejan para después”.


Yo, Encarnación Ezcurra es un monólogo donde la protagonista, ya en sus últimos tiempos, rememora los días en que su hombre detentaba el poder en la convulsionada atmósfera del Río de la Plata y debía sostenerlo frente a traiciones e intrigas. Sobre ese tema es que habla la pieza: el poder, el económico, el político, el de las relaciones familiares y el social. Dice Encarnación: “El poder o es prepotente o es cacareada de político aguachento” pero, consciente del lugar reservado a la mujer en esos tiempos, reflexiona “Si el poder no pide permiso, la astucia gana las guerras” a sabiendas que un buen trabajo de inteligencia es más poderoso que el accionar de las armas.

Un modelo de país federal y de abajo, se contrapone al proyecto monárquico de los sectores económicos dominantes, que haciendo base en la oligarquía local miran a Europa como faro de luz divina. La obra se desarrolla en medio de esa disputa y en ella desfilan los nombres que, de uno y otro lado, dejaron sus vidas en esa contienda.

El ideario justicialista ensaya una línea histórica: San Martín-Rosas-Perón. Los dos primeros fueron contemporáneos en aquella confrontación, pero es notoria la cantidad de puntos en común que hay entre los dos últimos, por lo que el espectador no puede dejar de asociar las figuras de sus parejas en el apoyo al proyecto de sus esposos renunciando a aspiraciones personales, ni la edad temprana en que ambas dejaron este mundo. “Eran los tiempos de soñar la patria grande” y lo siguen siendo.

Salvando las distancias, la cuestión central entonces y ahora sigue siendo liberación o dependencia y aquellos mismos actores, en sus herederos, son los que siguen tallando en la arena política. El vínculo de Encarnación y Evita con las capas más humildes del pueblo; la creación de la Mazorca antes y los Descamisados luego, son paralelos insoslayables que ambas luchadoras replicaron.

Lorena Vega construye un personaje sin fisuras, su trabajo corporal es excelente y merece un párrafo aparte su labor gestual, apoyada en miradas tan locuaces como el habla misma; las modulaciones de la voz y una perfecta dicción permiten disfrutar cada palabra de un libreto magnífico, que devela un profundo estudio de la temática abordada. Un acertado acompañamiento musical, lejos de actuar como elemento suavizante, afirma los diferentes momentos del monólogo, dando aire al espectador para internalizar el texto. La frugalidad de la puesta y las luces precisas concentran toda la atención en el protagónico.

Esta obra, multipremiada con justicia, puede disfrutarse todos los miércoles de enero a las 20:30 en el Teatro Picadero.



Ficha artística-técnica

Autoría: Cristina Escofet
Actúa: Lorena Vega
Música original: Agustín Flores Muñoz, Sebastián Guevara, Malena Zuelgaray.
Músicos en vivo: Agustín Flores Muñoz, Martín Miconi, Malena Zuelgaray, Victoria Tolosa.
Vestuario: Adriana Dicaprio
Diseño de iluminación: Soledad Ianni
Diseño gráfico: Tomás Korman
Prensa: Marisol Cambre
Producción en giras: Alejandra García
Asistencia de dirección: Pablo Cusenza
Dirección musical: Agustín Flores Muñoz
Dirección general: Andrés Bazzalo

Una felicidad posible

Una felicidad posible
Mariela Ghenadenik
Editorial Del Nuevo Extremo, 2019
Novela, 224 pp.

por Rubén Sacchi

Si tuviese que elegir uno de esos lugares comunes, a los que llaman refranes, para definir la obra, no sería “la primera impresión es la que cuenta”, sino “las apariencias engañan”. Es que detrás de esa tapa naïf de novela para adolescentes, hay una historia fuerte, de problemáticas adultas.

Nuevamente, Ghenadenik elige una protagonista mujer (aunque en el borrador inicial era un hombre) para desarrollar un escenario de insatisfacción y vacío. Lucía Garrido, una exitosa cirujana que lo perdió todo en su infancia, cuenta en primera persona su vida, que para el común de los mortales sería ideal: buen empleo y posición, marido adinerado, una pareja de hijos sanos y bellos, empleada doméstica ejemplar y tiempo libre para dedicarle al cuerpo, situación a la que llegó de la mano de sus tíos, que le dieron todo lo que pudieron tras el suicidio de su madre y el abandono de su padre. Pero eso no la llena.

La noticia de la muerte de su padre la moviliza y el viaje al pueblo donde será enterrado le hará enfrentar diversas situaciones que, lejos de estar superadas, se agazapaban dentro suyo: “tal vez la muerte sea nada más que desinterés”.

El planteo podría llevarnos a una historia más, pero el valor de la novela está en el gran trabajo realizado sobre los personajes, sobre todo en el central: una figura egoísta por demás, egocéntrica y soberbia, que no puede experimentar el amor ni por sus hijos. La empatía no es una de sus virtudes, no confía “en ningún otro animal”, piensa que “los animales no son otra cosa que instinto asesino”, “la relación humano-mascota es un invento de gente que no sabe estar sola. Yo no necesito a nadie”. Esa mirada también abarca a sus semejantes y es despectiva hasta en las metáforas: “El atardecer es una luz de pobres: amarillenta y gastada, sin nada por delante” y la gente sencilla le parece “gente horrenda”. Remata: “No creo en la amistad porque la idea detrás es embarcarse en una deuda futura”.

Profundamente negadora de la ciencia psicológica y consumidora compulsiva de clonazepam, se pregunta: “en qué momento me empezó a pesar tanto mi vida”; “¿Qué se hace con ese tiempo de mentira que es el pasado?”. Jean Paul Sartre escribió: “Somos lo que hacemos con lo que hicieron de nosotros”. Lucía no escapa a eso y encontrará la salida de ese presente continuo, pero si no se arriesga, sólo la hallará dentro de su zona de confort.