Dos clásicos rescatados del olvido


Alias Gardelito y Kid Ñandubay
de Bernardo Kordon
Editorial Mil Botellas, 2009
Novela, 180 pp.

por Eva De Bartolo

Con gran acierto Mil Botellas acaba de reeditar un volumen con dos novelas cortas de Bernardo Kordon, Alias Gardelito y Kid Ñandubay, con prólogo de Germán García. Kordon fue un escritor excelente y prolífico con un permanente compromiso con el testimonio de la realidad social quien, sin embargo, integra la larga lista de olvidados de la literatura nacional.
Quería ser director de cine más que escritor, según un reportaje que en 1990 le hiciera Mempo Giardinelli para la revista Puro Cuento; la literatura fue para él una pasión pero nunca aspiró a dedicarle su tiempo completo ni fue su medio de vida. Sin embargo, a la luz de la lectura de estas dos novelas se comprueba una vez más esa naturalidad para expresar el mundo de los suburbios y sus habitantes, mostrando sin juzgar, a través de su penetrante mirada. Así, lo cotidiano cobra intensidad en el tránsito de los personajes por la vida en la lucha por la supervivencia, debatiéndose entre lo que quisieran ser y lo que la realidad les ofrece. En Alias Gardelito, Toribio Torres quiere comerse el mundo sin importarle los medios, utilizando la traición como moneda corriente. Jacobo Berstein, Kid Ñandubay, en cambio, trata de sobreponerse a los infortunios para no perder la dignidad. Ambos quieren remediar inútilmente la soledad, el aislamiento a que los condena la gran ciudad a la que anhelaban llegar y que los rechaza con crudeza, ese triunfo que desean y que los esquiva permanente y dolorosamente. Kordon pinta con maestría a estos perdedores que viven con la tristeza de saberse actores de un guión al que, aunque intenten, no pueden cambiar.
Podemos hacer nuestras las palabras del poeta chileno Pablo Neruda quien, en el prólogo a Viaje a Tombuctú, dijo “…en Kordon hay un verdadero que no le teme a la espantosa aparición, ni al canasto de la inmundicia ni a la demencial borrachería de cantinas y escupientes tugurios, ni a la insólita belleza de las soledades terrestres. Así… este escritor vagabundo nos enseña a andar con él entre los precipicios sin dejar de soñar, entre muy dormido y muy despierto, como debe ser.”
Sin duda, es un libro recomendable y necesario.

Todos los secretos

Todos los secretos
Ramiro Lehkuniec y Ulises Romero
Espacio Urbano
Acevedo 460
Sábados 21 hs.

por Rubén Sacchi

"Taller Arambillete e hijo, 3 de enero de 1930" reza el almanaque de hojitas desmontables colgado en la pared de un taller de costura. En él, un disímil grupo de mujeres intenta ganarse la vida, en momentos en que se hace cargo de la empresa el hijo del dueño, un joven que hace vista a los nuevos esquemas excluyentes del capitalismo.
Las costureras, en medio de su tarea cotidiana, cuentan sus amores y odios, sus alegrías, fracasos y desesperanzas. También ocultan secretos inconfesables pero que los gestos ponen al descubierto. Hay allí manifestaciones de enfrentamientos, celos y desconfianza pero siempre sobresale la solidaridad.
La pieza está pensada como melodrama al estilo de los viejos radioteatros o, como confiesa uno de los directores, Ramiro Lehkuniec, como "homenaje a las dramaturgias de Sánchez y Discépolo, el cine de Niní Marshall, Mecha Ortíz y Olinda Bozán, y la literatura de Puig". Interpretada por actores formados en el ex Conservatorio Nacional de Arte Dramático, hoy IUNA, plantea un problema muy actual: la crisis económica del capitalismo y las consecuencias en la clase trabajadora.
Un muy buen manejo de la ambientación, con sólido arraigo en un vestuario y un maquillaje notables, como también la escenografía. Los actores se ajustan a los límites del melodrama, incluyendo elementos humorísticos que colorean la obra suavizando la carga dramática, pero sin desmerecerla, lo que permite al espectador ubicarse ya en un clima de jolgorio, por algunas horas de asueto, o en el profundo dolor de la muerte. Todos los secretos trasluce abundante ensayo y trabajo de marcación.
Un pequeño detalle hace las veces de leiv motiv: el almanaque cambia su fecha en cada modificación de escena. Al fin de la historia, una terrible revelación marcará las vidas de las asalariadas, como diabólica broma el calendario exhibe 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes.

Elenco:
Romina Almaluez (María, la orillera)
Virginia Azzaretti (Nadzieja, la húngara)
Fabián Carrasco (Leopoldo Arambillete, joven bacán)
Rocío Flores (Helena Güiraldes Re, la prometida)
Julia Gárriz (Sarita, la que dio el mal paso)
María Emilia Ladogana (Irene "Córdoba" Paloti, la recién llegada)
Dominique Maucci (Dominga, la madre de familia)
Magalí Mella (Azucena, la falsa tuberculosa)
Florencia Prada (Isolina, empleada de limpieza)
Eugenia Rosales (Rosa, empleada de limpieza)
Nadyn Sandrone (Francina, la anarquista)
Cinthia Santos (Faustina Vallejos, la supervisora)
Facundo Suárez (el peón de al lado)
Daniela Tolini (la aparecida)

Equipo:
Dirección: Ramiro Lehkuniec y Ulises Romero
Amenización musical: Viviana Ghizzoni
Escenografía: Anastasia Baranoff y Félix Padrón
Vestuario: Guadalupe Romero
Coreografía: Mariano Garcés
Iluminación: Hernán Feola
Fotos: Ramiro Lehkuniec
Diseño: Juan Manuel Amaya

Un cambio

Un cambio
de Mariano Sayavedra y Andrés Rossi
El Fino, espacio escénico
Paraná 673 piso 1
Viernes, 21 hs.

por Rubén Sacchi

Atrás quedaron los tiempos en que los docentes se plantaban delante del aula y se hacían cargo estoicamente hasta la finalización del curso. Cuando los programas de estudio se planteaban como un "guión de hierro" al mejor estilo de Sergei Eisenstein. Hoy ellos también se asumieron como simples mortales y es común que echen mano a suplencias si algo les ocurre. Ese hecho es el aparente tema de Un cambio, aunque el reemplazo de un profesor no siempre es sólo eso.
En un escenario bastante despojado, que representa un claustro educativo, un profesor de música suple a la titular y ensaya presentarse a sus alumnos. Los métodos que utiliza son tan poco ortodoxos como los planteos que hace sobre la materia. Desde una anécdota doméstica, a propósito de la rutina de un conejo, propone una nueva manera de componer música, alejándose de las melodías tonales tradicionales y entrando en el dodecafonismo.
En realidad, la obra realiza un planteo filosófico profundo acerca de las estructuras de pensamiento, arremetiendo contra lo terminante y dejando en el aire la sentencia de que todo puede seguir trabajándose.
Apoyado en un sólido libro, Mariano Sayavedra realiza una actuación impecable en un esquema unipersonal difícil de sostener. Un papel totalmente creíble y logrado en un fino esfuerzo de composición. Obra inteligente, de bajo presupuesto y mucho de talento.

Elenco:
Mariano Sayavedra (Julio Orsori)

Equipo:
Dirección: Andrés Rossi
Música Original: Federico Marquestó
Iluminación: Juan Mariñas, Pedro Piana
Escenografía: Pedro Piana
Voz de Beatriz: María Soledad Manes
Fotografía: Alfredo Staffolani
Prensa: Blablabla - Difusión de Espectáculos
Ilustración y Diseño Gráfico: Patricia Tewel

El fin de la distancia


El fin de la distancia
Quiénes Somos
Producción independiente, 2008

por Rubén Sacchi

Cuando ya pensábamos qué más podía dar el punk rock, nos llega el primer trabajo de Quiénes Somos. Tras una década de maduración en el pago y ya con una formación definitiva, esta banda rosarina hace pie en Buenos Aires para mostrarnos y mostrarse lo que saben hacer.
El cuarteto, con dos fuertes guitarras al frente, se apoya en una sólida base de bajo y batería. Si bien manteniendo el tinte del género, la voz de Iván Mazzieri, a cargo del bajo, es lo suficientemente clara como para permitir la audición de las letras que contienen mensajes de compromiso social.
La placa, grabada y masterizada en los estudios La Nave de Oseberg, contiene una docena de temas de interesante factura, incluyendo una novedosa versión de Sobreviviendo, de Víctor Heredia.
Quiénes Somos son: Iván Mazzieri (voz y bajo); Aníbal Sallovitz y Germán Tomei (guitarra y voz) y Jonatan Neira (batería).
La banda se presentará el 6 de noviembre en El Marquee (Scalabrini Ortiz 666, de Capital) para luego hacer un breve retorno a casa, con un show el 21 de noviembre en The Wall (Buenos Aires 912, Rosario). Su página: www.quienesomos.com.ar

La Australia argentina


La Australia argentina
de Roberto J. Payró
Editorial Claridad, 2009
Ensayo, 400 pp.

por Rubén Sacchi

A fines del siglo XIX se realizó una expedición a la patagonia argentina a bordo del buque Villarino. En él viajaba un variado pasaje: inmigrantes ingleses y franceses, naturales y monjas. También el perito Moreno con su sobrino y José Uriburu. Un joven periodista, enviado por el diario La Nación para cubrir tamaña empresa, se embarcó con ellos junto a decenas de otros pasajeros, se trataba Roberto J. Payró. De ese hecho trata La Australia argentina.
El libro es una bitácora de viaje que refleja los eventos más salientes de la empresa con la maestría del literato. Cada pasaje constituye un verdadero aguafuerte, con el condimento de la picaresca a que nos tiene acostumbrados.
El autor nos lleva a recorrer las costas del Mar Argentino, deteniéndose en diversos destinos de los que refiere las anécdotas más diversas, que incluyen naufragios y vivencias junto a los Onas, los habitantes originarios más australes de nuestra patria, pasando por Lapataia y el penal de la Isla de los Estados.
Quien estaba acostumbrado a sus novelas, tales como El casamiento de Laucha, El falso Inca o Divertidas aventuras del nieto de Juan Moreira, encontrará en este volumen un Payró diferente, pero que mantiene la frescura de su pluma, generando descripciones profundas y didácticas que muchas veces no escapan a lo jocoso.

Las piedras del deseo


Las piedras del deseo
de Diana Sánchez
Ediciones Juglaría, 2009
Cuento, 100 pp.

por Rubén Sacchi

Una particular prosa nos lleva por las historias que la escritora vuelca en este trabajo. Allí, los elementos de la realidad se mezclan con la fantasía en una total armonía.
Dieciocho relatos componen este nuevo libro de Diana Sánchez, en los que se describen particulares vivencias humanas indagando en lo más profundo de su alma. Sin embargo, no es una labor resumida a lo intimista, hay en estos cuentos firmes denuncias de los oscuros manejos de poder que ejercen las instituciones sobre los más débiles, ya contra Evangelino Marañón, habitante del monte que se opone a la deforestación en Deuda interna o la joven periodista Constanza de El árbol de la vida.
Los textos no están guiados por una unidad temática. Saltan del fresco realista a la quimera y no descartan cierta dosis de humor, evidenciando "una espontaneidad que arroja la luz de los descubrimientos", según palabras de la escritora María Granata.
"Yo, poseída nuevamente, bajo la cabeza y, condenada a las palabras, empiezo a escribir". reza el final de La condena, a la vez que del libro. Tal vez Diana Sánchez se encuentre en estos momentos cumpliendo esa sentencia y, en poco tiempo, nos obsequie con otro jugoso volumen.

Rosa mística

Rosa mística
de Ignacio Apolo
Ciudad Cultural Konex
Sarmiento 3131
Jueves 21 hs.

por Rubén Sacchi

Decir bajo Boulogne, equivale a decir bajo Flores, Lugano, Retiro o cualquier sitio donde la carencia extrema haya empujado gente a la marginalidad de una villa miseria. En esa localidad, como muestra de la aldea global, se desarrolla la obra de Ignacio Apolo, justo en ese límite impreciso donde la pobreza y una vida digna se separan por un empleo.
No es verdad que la delincuencia y las drogas existan sólo en esos sitios, pero la tenacidad de los medios de comunicación hacen que lo pensemos así. También así lo cree la policía que penetra impunemente en las barriadas rompiendo su pudorosa intimidad. En uno de esos operativos una bala reglamentaria mata a Conchi, un bebé de seis meses, en brazos de la madre. Los vecinos lo santifican y la familia le hace un altar. Allí también vive Lauchi, un joven cartonero criado por su abuela.
Del otro lado de las balas hay un policía que comparte sus días con una esposa enajenada y su hija Rosa, cuya formación, tal vez para alejarla de esa atmósfera cruel, deja en manos del cura de la parroquia. Rosa es dueña de un fanatismo místico que la obsesiona y centra su accionar contra el profano santuario.
Lauchi y Rosa son las dos caras de una misma moneda. No pueden juntarse por la lógica perversa de los intereses de clase, pero puestos sobre la mesa, pagarán similar precio. Se gustan, se atraen, se ayudan... se rechazan y lastiman. En tanto ellos descubren esas sensaciones, los hechos se desencadenan dramáticamente dejando al desnudo la corrupción de las instituciones y sus denostables manejos de poder.
Un trabajo actoral más que interesante. Ana Pauls muestra que ser la más pequeña de la familia no invalida sus dotes; notable el manejo del lenguaje marginal por parte de Tahiel Arévalo quien compone un Lauchi bien logrado.
La puesta es sencilla, pero incluye unos paneles translúcidos que hacen las veces de espejos sinuosos, generando una dinámica en el cuadro, a la vez que dividen la escena en dos planos, uno real y otro latente. Las luces están bien trabajadas, aunque la cruz que se ilumina por momentos puede estar sobrando o, quizás, necesitando su equivalente en otros ámbitos, como la comisaría. Más allá de los detalles, un trabajo recomendable.

Elenco:
Rosa: Ana Pauls
Lauchi: Tahiel Arévalo
Padre de Rosa: Mario Jursza
Madre de Rosa: Amanda Busnelli
Cura: Alejandro Dufau

Equipo:
Dramaturgia y Dirección General: Ignacio Apolo
Asistente de Dirección: Yamila Transtenvot
Diseño de Vestuario: Claudia Tomsig
Diseño de Escenografía e Iluminación: Gabriel Caputo
Asistente de Escenografía: Diana Moreno
Realización de Escenografía: A&B
Diseño gráfico: Dupla >comunidad creativa
Violencia Escénica: Federico Howard
Coordinación de Producción: Andrea Hanna
Dirección Musical: Pablo BronziniPrensa: Duche&Zarate

La poesía es como el aroma


La poesía es como el aroma. Poética de Luis Benítez
de Camilo Fernández Cozman
Editorial Nueva Generación, 2009
Ensayo, 124 pp.

por Rubén Sacchi

Creo que la poesía es el género más practicado y menos divulgado de la literatura. Entre otras cosas, porque no es un buen negocio editorial; también, porque en esta época pasatista y superficial no resulta atractivo sumergirse entre figuras poéticas que lleven a la más profunda expresión del alma humana. Sin embargo, muchos son los libros que llegan a mis manos abordando la lírica y buena parte contienen obras interesantes., aunque la mayoría de ellos son ediciones financiadas por su autor o, en el mejor de los casos, a porcentaje con el editor.
De esa manera, en Argentina al menos, existen grandes poetas conocidos entre sus pares o en pequeños círculos de fieles seguidores pero permanecen ignotos para el gran público y ausentes de las vidrieras. Sólo un puñado de ellos logran romper ese cerco a fuerza de decisión y tenacidad, entre ellos se encuentra Luis Benítez.
Entre mis libros más preciados, conservo un viejo ejemplar de Behering y otros poemas, uno de los primeros publicados por Benítez y en el cual el Dr. Fernández Cozman encuentra el título para su ensayo. Lo halla en la página 15, en el poema De las tantas cosas que no puede: De las tantas cosas que no puede / mostrar ciertamente la palabra / la primera imposible es el olor / tan propio y exacto de las cosas.
El estudio del ensayista peruano encara la obra producida por el poeta en la década del 80, dejando de lado su primer trabajo Poemas de la tierra y la memoria. Su análisis, sin dejar de ser exhaustivo, tiene la didáctica de quien está familiarizado en dar cátedra en la materia, por lo que es un texto accesible a una franja amplia de lectores ávidos de conocer en profundidad la primera etapa de este notable rapsoda.
El volumen aborda el manejo de las diferentes figuras poéticas que Benítez desgrana en sus versos. Metáfora, metonimia, sinécdoque, antítesis, repetición y elipsis son analizadas y puestas en contexto de las diferentes corrientes literarias contemporáneas, ubicando la obra de nuestro poeta en el concierto lírico internacional.
Tres diferentes capítulos recorren sendos libros del vate: Mitologías / La balada de la mujer perdida, el ya citado Behering y Guerras, epitafios y conversaciones; incluye profusas reproducciones de su poesía obrando, de esta manera, como rito iniciático para nóveles lectores, dotados de inquieta curiosidad. Para ellos, un apéndice instruye sobre la obra principal del escritor, la complementaria y su correlato en los trabajos que sobre él se han publicado.
Cabe agregar que el autor realizó trabajos críticos de notable interés sobre la obra de importantes escritores, de la talla de Octavio Paz y José Watanabe. Que haya posado sus ojos en Luis Benítez es un indicador de la calidad artística que éste derrocha.

Coquetos carnavales

Coquetos carnavales
de Luis Cano
Teatro Sarmiento
Avda. Sarmiento 2715
Jueves a domingo, 21 hs.

por Rubén Sacchi

Paradojas porteñas. El paseante llega a Plaza Italia y echa a andar por la Avenida Sarmiento hacia el bajo. Sobre la mano del Jardín Zoológico no se advierte la misma actividad que en la de la Sociedad Rural, allí hace semanas que se trabaja en remozar la vereda; de este lado, no. El Gobierno de la Ciudad parece haberse olvidado de esa otra mitad donde se aloja el Teatro Sarmiento, también del personal artístico y técnico que allí, y en todo el Complejo Teatral de Buenos Aires, pone lo mejor de sí y al que adeudan sus salarios. ¿Arte o baldosas? Esa es la cuestión. Dentro, ese tema está resuelto. Uno se olvida de los cuadrados de cemento y todo es pura creatividad. Si hay algo que recuerdo de mi infancia con mucha nostalgia son los carnavales, aquellos en los que mi viejo no laburaba porque era feriado y nosotros salíamos por la tarde a enfrentar la batalla de baldazos y disparos de pomo, y de noche, a disfrutar las comparsas del corso.
Los carnavales podían ser locos, violentos, mágicos, luminosos, divertidos, desenfrenados y sensuales; nunca coquetos. La coquetería se perdía tras el anonimato de los disfraces y los efluvios del alcohol. La alegría popular no persigue la elegancia. Entonces, decir coquetos carnavales equivale a un oxímoron a partir del cual todo es posible.
Nada está claro en esta pieza, donde los símbolos gobiernan la escena y se prestan a un sinnúmero de interpretaciones. Hay un padre que maneja un buen negocio y hay hijos ambiciosos de sucederlo; circunstancia y móvil que sólo necesitan el brazo ejecutor. Pero sería ingenuo intentar reducir la obra a un mero hecho policial, lo que aquí se arriesga es mucho más. Quizás entre en juego la relación padre-hijo o tal vez los personajes representen diferentes niveles del poder político; como sea, se advierte el cuestionamiento de la autoridad y los roles que cada uno cumple en un grupo determinado. Más que en carnavales, los actores están en medio de un circo romano, donde la arena, tan estéril como la que la botella ofrece a la sedienta garganta, los contiene y enfrenta. Allí deben matar o morir, sobrevivirá el más fuerte o el más hábil o, como ocurre en la vida, el que tenga menos escrúpulos. Una permanente mezcla de fidelidades, traiciones y apetitos genera una espiral de vejaciones y violencia tan actual que hace pensar que esta sociedad alcanzó por fin su distopía. En ese clima caótico -que por momentos recuerda la novela La naranja mecánica, de Anthony Burgess- los protagonistas coinciden en un punto: marchan hacia su propia destrucción.
Un excelente trabajo actoral donde resulta difícil destacar desempeños y en el que se advierte una marcación precisa. Los actores juegan su papel con maestría, más allá de contexturas y edades, que parecen no revestir mayor importancia a la hora de poner el cuerpo.
La música en vivo, a cargo de Tian Brass, lo coloca como el actor número 13 (¿ordenamiento casual en este marco de pesadilla?) ubicado en un plano superior de la escena, algo así como un Dios que interactúa con los hombres a su entera voluntad. Completa la puesta un delicioso manejo de las luces, que logra dibujar sobre las tablas una densa atmósfera de tragedia.

Elenco:
Pablo Caramelo: Brancusi
Gabriel Molinelli: Basilio
Marcelo Mininno: Ayala
José Luis Arias: Barrientos
Mauricio Minetti: Asuraga
Germán De Silva: Badoglio
Diego Starosta: El Otro
Claudio Martínez Bel: El Uno
Nacho Vavassori: Ambrosi
Alejandro Catalán: Anglada
Carlos Weber: Bengoa
Miguel Israilevich: El chico
Tian Brass: Músico

Equipo:
Dirección: Luis Cano.
Asistente de dirección: Horacio Larraza.
Coordinación de producción: Gustavo Schraier.
Asistente artística: Lorena Ballestrero.
Escenografía y vestuario: Gabriela A. Fernández.
Asistentes de escenografía y vestuario: Julia Camejo y Estefanía Bonessa.
Asistencia ténica de altura: Diego Starosta.
Iluminación: Eli Sirlin.
Asistente de iluminación: Cinthia Liberczuk.
Música original: Tian Brass.
Musicalización: Luis Cano.
Coreografía: Luis Biasotto.
Asesoramiento en dramaturgia: Mauricio Kartun.
Duración: 65 minutos.