Filomena

Filomena
Claudia Queiroz
th Barrios Rocha Editores, 2015
Novela, 108 pp.

por Rubén Sacchi

Cuando al inicio del libro la autora dice que “no es una novela corta, ni un cuento largo”, más que justificar el género narrativo alude a lo profundo de su obra: “Filomena es la primera palabra de un juego de palabras desparramadas que se vaciaron y se llenaron a lo largo de mi pueblo largo y me desafiaron”. Es que Filomena es una metáfora de la otredad, un grito contra el abandono y la deshumanización de la sociedad.
El personaje que elije Queroz para transcurrir su novela es una mujer indigente. Como todo desheredado social no tiene un origen cierto, por ende, no podemos intuirle futuro. No obstante, y recordándonos el origen de la vida, nos dice: “el agua y el comienzo suelen explicarse a sí mismos”.
Despacio, mediante idas y vueltas gramaticales, se va desenredando una historia, todos la tenemos, “es la conciencia histórica la que nos hace dueños” y, al privar a Filomena de la suya, se le quita solidez, se la resume a un instante que debe pasar rápidamente para no desentonar con la monotonía del paisaje. Pero la escritora insiste, bucea en la realidad y en la leyenda para devolverle su pertenencia, su peso, porque “la historia de los pájaros (...) no son los pájaros, sino su vuelo”.
Con una prosa, por demás poética, la escritora nos acerca a un lugar universal, sin apartarse de su aldea, donde se evidencia “la permanente imposibilidad de elevarse”, una realidad que no es destino, sino una heredad que debe transgredirse para alcanzar el verdadero sentido de la vida, si es que lo tiene, o inventárselo.

La alegría siempre flota

La alegría siempre flota
Fatumi
Ediciones Caseritas, 2017
Cuento, 18 pp.

por Rubén Sacchi

Fatumi es el nombre que la niña de nueve años Zoe Victoria Hermann Mignaqui eligió para declamar su autoría. No se trata de un pseudónimo ni un apodo. Sucede que esa palabra designa su segundo nombre en árabe. La pista quizás se encuentre en la dedicatoria, en la que incluye a su abuela chiita.
La producción se define por el nombre de la editorial: totalmente artesanal y de buen gusto. La tapa y el interior incluyen textos e ilustraciones de la jovencísima autora en proporciones equilibradas.
El contenido reúne siete cuentos que muestran un espíritu sensible. Desde la fantasía hasta la más dura realidad recorren estas páginas, pero el lector siempre encontrará un mensaje esperanzador y un punto de vista positivo.
Es evidente que, tras el libro, hay un equipo de afectos que estimula y apoya las inquietudes de la talentosa pequeña. En horabuena, cuando el mensaje que nuestros vástagos reciben a diario es el de la lucha por el éxito individual y el lucro como objetivo final de la existencia.
Desconozco si este es su primer trabajo o si existen precedentes, aunque su edad permite intuir que no posee una frondosa obra; sin embargo creo que, de trabajar sus evidentes capacidades, Fatumi puede encontrar un lugar en el futuro de las letras. Si así no lo fuera, espero que la vida le permita sostener esa frescura y calidez que encierran sus historias en cualquier orden de su existencia.

Derecho de las mujeres a una vida sin violencia

Derecho de las mujeres a una vida sin violencia
Norma Matteucci
Ediciones Novedades Educativas, 2017
Ensayo, 128 pp.

por Rubén Sacchi

La violencia parece ser una característica humana, algo intrínseco a la especie, como una maldición que el hombre debe cargar por el resto de sus días.
El lugar común que nos dice “la violencia engendra a la violencia” tiene mucho de realidad, pero debe diferenciarse la que se ejerce como acción o la que vuelve en la forma de reacción. La historia está plagada de ejemplos donde la violencia no sólo está justificada sino que es plausible.
Los sistemas en los que el hombre organiza su vida, las instituciones que sostiene y sus modos de relacionarse son diversos y, de acuerdo a la equidad que propongan, serán más o menos violentos. Pero, en ese universo, subyacen contradicciones particulares que hacen al todo.
En una sociedad culturalmente patriarcal, la violencia que sufren las mujeres merece especial atención y a ello apunta el trabajo de Matteucci, que parte de la conflictividad cotidiana para desembarcar en la cuestión de género y en los diferentes tipos de violencia que sufren las mujeres a manos del hombre, “esa inferiorización sistemática (...) que les expropia a las mujeres los derechos materiales y simbólicos”, porque “cualquier modificación de la feminidad implica la modificación de la masculinidad”, ya que, al decir de Simon de Beauvoir, “nadie es más arrogante, violento, agresivo y desdeñoso contra la mujer que un hombre inseguro de su propia virilidad”.
Para modificar esta realidad, la autora plantea el trabajo sobre la educación, principal generador de subjetividades, insistiendo en desarrollar a los jóvenes como sujetos activos para la comprensión y transformación de los paradigmas sociales machistas y estereotipados.
En el convencimiento que “la lectura forma y transforma”, propone guías didácticas para la lectura crítica, mediante el abordaje de textos y el análisis de sus discursos.
Carlos Marx decía que “la mujer es el último bastión de la propiedad privada”. No será sencillo abolir esta última, pero va siendo hora de eliminar otras verticalidades.

Cartas a mi hijo Federico

Cartas a mi hijo Federico
de María Marta Guitart
Teatro El Crisol
Scalabrini Ortiz 657, CABA
Domingos 18 hs.
Duración: 60 min.

por Eva Candendo

Una madre, en soledad, entra al cuarto de su hijo para calmar la angustia y el desasosiego de no saber sobre su suerte. Allí encuentra una caja donde él guarda las cartas que ella le enviara durante sus viajes. Mientras lee sus propias palabras, en las que se funden los consejos y el aliento para que siga en la senda que le apasiona y lo hace feliz, se presiente la imagen del hijo, dulce y firme, como si ella lo trajera a su lado, con la fuerza de su amor y sus palabras. Vicenta sabe que la gran sensibilidad que tiene Federico no siempre es bienvenida, que los lobos acechan en esos tiempos peligrosos. Sola, frente al escritorio que nadie ocupa, repite sus versos, “…madre, bórdame en tu almohada…”, canta aquellos otros tan maravillosos que pintan su sentir y baila para ahuyentar el dolor y la muerte que, inexorable, se cierne sobre él.


Sólo una gran pasión y un gran trabajo actoral pueden llevar adelante esta obra, tan difícil por la enorme elaboración interior que requiere. María Marta Guitart es, además de una talentosa actriz y poeta, una estudiosa de Federico García Lorca, lo que la llevó a hacer durante diez años en forma casi ininterrumpida, Federico tuvo un sueño, basada en la poesía del poeta granadino y en un cuento de Antonio Tabucchi. De la lectura profunda de las cartas de Vicenta Lorca surgió este espectáculo en el que, con su exquisita sensibilidad poética y su ductilidad, logró hacerse carne en esta madre que muestra el costado más íntimo y humano del hijo talentoso y amado. Sentada en la mecedora, leyendo, o en los momentos más dramáticos, cuando baila abrazada al saco blanco, vacío, despliega un abanico de sentimientos que sobrevuelan el recuerdo llevándola de la alegría de saberlo exitoso a la angustia por el destino incierto. La emoción no da tregua, se adueña de cada uno de los espectadores por esa mujer vestida de negro que echa sus palabras al aire y que son pura poesía. La música del cello, ejecutado por Natalia Surachi, acentúa la belleza de las  imágenes que se suceden en el recorrido de la lectura. La escenografía y las luces son sencillas y contundentes. Un espectáculo para no dejar de ver.

Ficha Técnica:

Dramaturgia, actuación y dirección: María Marta Guitart
Asistencia de dirección: Melina Forte
Música en escena: Natalia Surachi
Composición de música original: Maylén Ubiedo Myskow
Diseño de movimiento: Melina Forte
Fotografía: Silvina Di Caudo
Diseño Gráfico: Mariana Cullen
Diseño Lumínico: Diego Todorovich
Vestuario y escenografía: Teatro en camino
Producción Ejecutiva y Prensa: Pato Rébora