Los invertidos y otras obras

Los invertidos y otras obras
José González Castillo
Ediciónes Razón y Revolución, 2011
Teatro, 284 pp.

por Rubén Sacchi

Recorriendo el barrio de Boedo uno puede tropezarse con decenas de íconos que nos recuerdan a personajes fundamentales de nuestra cultura. La más conocida es la esquina de San Juan y Boedo, donde se emplaza un bar fundado en 1927, hoy bautizado Homero Manzi. En diagonal a esa esquina, el paseante encontrará a otro homenajeado: José González Castillo y quizás se interrogue acerca de esta figura.
Quienes gustamos del teatro y admiramos las obras comprometidas con su tiempo, conocemos muy bien a este anarquista rosarino que, en su corta vida (1885-1937), produjo una buena cantidad de obras teatrales y guiones de cine.
Si bien lograron, en su tiempo, una importante audiencia, quizás la que más trascendió hasta nuestros días fue Los invertidos. En ella, González Castillo aborda un tema difícil, aún en nuestros días: la homosexualidad, pero la enfoca desde la hipocresía y el prejuicio social. La obra, representada en el Teatro Nacional, fue prohibida por el Intendente Anchorena y tildada de inmoral. El autor, defendiendo el derecho de exhibición -al mejor estilo que Raúl Barón Biza lo hizo con su libro El derecho de matar- argumenta por el absurdo, teniendo en cuenta su ideología libertaria. Aludiendo al número creciente de homosexuales censados diría: “...entraña una amenaza gravísima y un peligro constante para la salud moral y física de nuestra sociedad”, para agregar: “Evitar el peligro, combatiendo el nefasto y repugnante vicio (...) es hacer obra buena y moralizadora (...) Eso es lo que se ha pretendido hacer (...) en los límites reducidos de la obra...”.
Acompañan el volumen, El mayor prejuicio, El hijo de Agar y La mujer de Ulises, tres piezas que, aunque menos difundidas, se ocupan de temas que hacen también a las actitudes de una sociedad de falsas apariencias, que tanto puede mantener una vida disipada que no se sostiene en llo económico o arrojar a la ignominia a un pobre niño, nacido de una relación extra matrimonial.
Los personajes son recurrentes: hay militares, doctores, curas y abogados, todos representando un poder y una moral: los de la burguesía. Las historias pueden, mediante pequeñas adaptaciones, leerse con sorprendente actualidad y, si bien han cambiado algunas cosas, en lo fundamental las relaciones de dominación se mantienen intactas.

Historias sin tiempo

Historias sin tiempo
Martha Oya
Editorial Dunken, 2011
Cuento, 112 pp.


por Rubén Sacchi

Quien busque un libro de cuentos con historias sencillas, algo que no es sinónimo de vulgaridad, seguramente encontrará una buena opción en el volumen de Martha Oya, La historia ­perdida, que reúne catorce cuentos frescos y agradables, agrupados bajo una hermosa portada de la artista plástica Virginia Palomeque.
Y eso no es todo. Hay un plus nada despreciable hoy en día: los relatos están bien escritos, cuidados y se aprecia buen manejo del lenguaje.
No hay una línea conductora en estas páginas. Las temáticas son diversas, casi cotidianas y desarrollan situaciones del día a día. Algunas, con resoluciones que sorprenden dando una vuelta de rosca interesante a un final que parecía previsible y no lo era tanto; otras, quizás de finales anticipables, donde el esfuerzo de la escritora recayó en el desarrollo del texto.
Escribe César Melis en el prólogo: “Las palabras se entretejen y despliegan a nuestros pies una alfombra viviente, una vegetación que nos cubre del desamparo, que nos desnuda en un abrazo o en una caricia para testimoniar la condición humana”. Habrá que animarse y comenzar a transitarla.

ranamadre

ranamadre
Nadina Tauhil
Viajera Editorial, 2011
Poesía, 112 pp.


por Rubén Sacchi

Sería sencillo decir que ranamadre es un libro acerca de la madre y la maternidad. No estaría equivocado, pero seguramente simplificaría la complejidad de la poética de Nadina Tauhil.
Los versos “Porque las madres somos/ así protectoras”, serían una prueba de ello, pero la maternidad conlleva otras cuestiones. No está ausente el mensaje edípico: “Las ranamadres no sólo pierden a sus hijos, también pierden la piel: quedan en carne viva”, “los que alguna vez fueron mis hijos (...) volvieron a mi útero”; además del cambio de rol y el consecuente temor al crecimiento: “ya no queda nada de mí en la bolsa/ me asfixiaba/ me fui” y el rechazo al diván: “no quiero que miren mis cicatrices/ que miren para atrás y lean/ todo eso/ que yo no quiero decir”.
El cantautor Moris decía: “estoy muy encerrado en mi prisión de carne y hueso”, quizás sea el sentimiento de una madre mientras toda su atención se centra en ese cuerpo, que es muchos cuerpos, cuando la sexualidad pasa a un segundo plano: “quiero ser muñeca/ de ojos azules/ y levantarme el vestido/ y tener las piernas cosidas// nada entra y nada sale”, sólo queda ese “temor agazapado/ en lo más hondo de mí”.

Letra marginal

Letra marginal
Leonardo Gastón Herrmann
Editorial Dunken, 2011
Novela, 88 pp.

por Rubén Sacchi

El título de la novela de Herrmann es el apropiado para la historia que relata, lo que debe plantearse es ¿de qué lado se ubica la marginalidad en sus actores?
Retomando la línea de la novela pionera en la materia, Villa Miseria también es América, de Bernardo Verbitsky desarrolla, al igual que aquella, la historia de un grupo de gente que sobrevive en condiciones por demás precarias, pero la novedad consiste en que la coyuntura que acompaña la problemática es sensiblemente diferente a la anterior.
La primera reflexión que provoca la novela no puede ser otra que: pasan los gobiernos y los problemas quedan. Y es así, se repiten hasta el cansancio y se les suman otros que hacen más difícil su resolución.
Los personajes fueron trabajados desde cierto este­reo­tipo, recurso válido que utiliza el autor para evidenciar las gruesas diferencias del accionar de unos y otros; para dejar bien claro quiénes están de cada lado. Están el puntero traidor y el viejo militante de la izquierda revolucionaria, pero también una enormidad de seres comunes,  con la sola experiencia de su vida, capaces de darla para defender su familia y su derecho a una vida digna.
En Letra marginal hay héroes y villanos, pero si bien este último es corporativo también aquel se muestra agrupado, cobrando valor el héroe colectivo sobre el individual.
La historia no puede llamarse original. Lamen­tablemente, estamos habituados a verla a diario en los noticieros televisivos, lo novedoso consiste en el punto de vista: el lector deja de ser el espectador cómodo en su sillón frente a la inocua pantalla. Aquí, el conflicto lo verá desde adentro.

Habitar el estado

Habitar el estado
Sebastián Abad y Mariana Cantarelli
Ediciones Hydra, 2010
Ensayo, 124 pp.

por Rubén Sacchi

El Estado es el paradigma moderno de la organización política y social. Su dimensión e injerencia expresa ideología. No hace demasiado, el Estado Argentino fue un gigante represor que, paradójicamente, difundía el slogan: “Hay que achicar el Estado para agrandar la Nación”.
Presente o ausente, la institución camina de la mano de la política, de modo que la degradación de una provocará necesariamente la del otro.
En los 90, la política que se delineó para el mundo occidental, conocida como neoliberalismo, trató de eliminar o disminuir al máximo la figura del Estado, prevaleciendo los intereses individuales de una minoría y adquiriendo caracter mercantilista. En ese proceso, tuvo un papel preponderante la propaganda que se multiplicó a través de los medios de comunicación afines a aquellas políticas o beneficiarios directos de ellas. Como consecuencia, la población tomó una posición ajena a los intereses colectivos, situación que, en la práctica, sólo puede conducir al abismo.
Este posicionamiento se denomina a-estatal y en el ensayo que nos ocupa, Abad y Cantarelli lo analizan en profundidad y pretenden “hacer visible cierta posibilidad de articular una ética en el seno de la construcción política estatal moderna”.
Haciendo un recorrido por nuestra historia reciente, atravesando la última dictadura, la crisis del 89 y el estallido de 2001, ahonda en los motivos que llevaron a que “el entusiasmo político acumulado” comenzara “a diluirse al ritmo de un cúmulo de acusaciones contra la ‘clase política’”, pero también de su reflejo “en la sociedad civil: falta de participación, demandas irrestrictas, silencios inadmisibles, (...), ausencia de organización”.
Un buen aporte para abordar estos  tiempos, donde la humanidad debe comprender que su salvación es únicamente colectiva.

Hundan el Belgrano

Hundan el Belgrano
de Steven Berkoff
Portón de Sánchez
Sánchez de Bustamante 1034, CABA
Sábados, 23 hs.

Por Esteban Lozano

Hundan el Belgrano” dirigida por Claudia Marocchi, es una obra teatral que no deja títere con cabeza, ni de uno ni de otro bando, comenzando por Margaret Thatcher, a quien se le adjudica el nombre de Amargas Cachas. Los apelativos de los personajes son sólo parte de la pirotecnia que la obra lanza sobre el espectador, como si de un verdadero ataque misilístico se tratase, aunque lo que causa las explosiones aquí no es pólvora sino materia gris.


Steven Berkoff, autor del texto, es un actor y dramaturgo inglés de prolífica carrera cinematográfica y televisiva (entre otros lujos, trabajó a las órdenes de Stanley Kubrick en Naranja mecánica y Barry Lyndon) que aborda el, para muchos -sean del Atlántico Norte o del Atlántico Sur- espinoso “asunto Malvinas” con tal desenfado que uno, como espectador, se siente avasallado por la energía y la desmesura que emanan de su farsa, grotesco, parodia, caricatura: éstas y otras etiquetas caben a la hora de calificar ese despliegue verbal-gestual que tiene lugar en el escenario y al que también le cabría la definición de “maniobras histriónicas”, subgénero de un hipotético “arte dramático castrense”, si tal cosa existiese (en todo caso, Berkoff lo inventa con esta obra que en su país le valió, a apenas cuatro años de la guerra de Malvinas, amenazas y disgustos). Los parlamentos rimados aportan un plus al clima demencial de esta cantata profana, y sin conocer el texto original uno puede imaginarse el arduo trabajo que a Rafael Spregelburd —uno de nuestros más importantes actores-dramaturgos-directores— le insumió la traducción.
En un elenco homogéneo destaca, con ígneos estallidos, Monina Bonelli, que se “come la obra” en el papel de Amargas Cachas: una verdadera dínamo, comparable a aquel inolvidable James Cagney de Uno, dos, tres, la comedia de Billy Wilder. La nave de guerra que torpedea al Belgrano se compone de una soldadesca que por momentos parece emular al grupo Village People o, más cerca de nuestros días, a los marines de Su Majestad que realizaron el muy difundido videoclip con la canción de Mariah Carey All I want for christmas is you mientras volvían a casa a bordo de una de las naves de la flota británica.
A Berkoff no se le escapó nada a la hora de sentarse a escribir Hundan el Belgrano (Sink the Belgrano en el original inglés) e incluye, como una puntada más en el colorido y políticamente incorrecto tapiz de su obra, el comentario de que los soldados británicos van a la guerra como voluntarios (agreguemos “y bien pagos”, nada de lo cual puede decirse de nuestros soldados). Hundan el Belgrano cuenta, apelando al humor negro, a la poesía y a la música, la historia de dos naciones que buscan en el conflicto armado la resolución de sus respectivos problemas internos. Ojalá la historia no se repita, ni siquiera si el conflicto armado es reemplazado por las guerras verbales de la diplomacia y las amables invitaciones de “sentarse a dialogar”, tecito con scons y matecito con bizcochos de grasa mediante. Mientras tanto, los soldados británicos de Berkoff, lejos de los Juegos Olímpicos de Londres, entrenan en suelo argentino: más precisamente en El Portón de Sánchez

Elenco:

Monina Bonelli (Amargas Cachas)
Gastón Rodriguez (Alcahuete/Almirante)
Estanislao Milicich (Piojo/Comandante/Buchón)
Lucas Lagré (Coro)
Alejandro Cop (Presidente de la argentina /Patas)
Gonzalo Pastrana (Granjero 2/Marinero)
Gustavo De Filpo(Granjero 1/Marinero)
Carlos Cano (Marinero)
Luciano Ricio (Marinero/Razón)

Equipo:
Autor: Steven Berkoff
Traducción: Rafael Spregelburd
Musica original y en vivo: Pablo Vázquez
Coreografía: Eugenia Di Marco
Escenografía: A77. Gustavo Dieguez y Lucas Gilardi.
Vestuario: Pablo Graziano
Iluminación: Alejandro Le Roux
Peinados y pelucas: Alejandro Granado
Relato sonoro: Tián Brass
Puesta de sonido: Daniel Uhalde
Fotografía: Maruja Bustamante
Diseño gráfico y web: Walter Montes de Oca
Prensa y Comunicación: Octavia Comunicación
Dirección: Claudia Marocchi

más información: www.stevenberkoff.com