Poder, representación y la historia de un eterno naufragio


Juegos de Fábrica
de Nicolás Manasseri
El Método Kairos
El Salvador 4530, CABA
Jueves 21 hs.

Por Diego Luis Forte

Con un gran despliegue de escenografía y vestuario, además de música en vivo, la nueva puesta de Juegos de Fábrica en El Método Kairos sorprende significativamente por presentar algo pocas veces visto en el teatro under de Buenos Aires.
La obra trata sobre un grupo de chicos, de diversos estratos sociales, que juegan en una fábrica abandonada. Este es el marco dentro del cual las disputas de poder impondrán presión, tanto física como psicológica, sobre todos los personajes. Cada uno utilizará las herramientas provistas por su clase social para entrar en esta batalla que se convertirá, literalmente, en un todos contra todos. La presión de Uno, el principal opresor, cohesiona todas las demás relaciones de poder hasta que la olla termina por explotar.
El trabajo actoral es muy parejo, quizás producto de una buena dirección. Los personajes tienen una construcción muy sólida, con un carácter bien definido. Cada uno de ellos ocupa un lugar preciso dentro de la obra y, a la vez, se articulan entre sí de forma clara. Si bien se destacan Maru Villamonte, Nacho Medina, Martina Zapico y Fernanda Provenzano por su manejo de la escena, el grupo parece muy consolidado y es uno de los puntos fuertes.
La escenografía y el vestuario son impecables. Una parte fundamental para la construcción de la ambientación como personaje 0. En juego con la iluminación, la escenografía logra construir un paisaje que, por momentos es gris y por momentos se llena de colores.
La música en vivo siempre es un punto a favor, y aquí juega un gran papel. Si la fábrica es el personaje 0, definitivamente la música es el personaje 8. Si bien algunos estribillos parecen repetirse más de lo que deberían, la música articula muy bien cada una de las secciones de la obra, proveyendo el contexto emocional dentro del cual debe leerse la acción en cada momento. 



Puntos flojos: La obra construye sus personajes a partir de estereotipos demasiado marcados, casi jungeanos, lo cual deja poco lugar para la experimentación y la introducción de matices por parte de los actores, quienes además tienen que cantar (y lo hacen muy bien). Debido a esto, el hilo narrativo se apoya demasiado en la construcción de esos estereotipos y, por momentos, olvida que los temas que plantea merecen un tratamiento más profundo. El libro de Manasseri falla en el tratamiento de la problemática que plantea y por ende, el argumento solo se sostiene gracias a los esfuerzos mancomunados de un excelente equipo de actores. De todas formas, los baches narrativos quedan cubiertos por la elaborada escenografía, la producción musical y las grandes actuaciones.
Además, el sobrevuelo a la crítica social y el gran despliegue escénico permiten ofrecer a la audiencia una obra realmente apta para todo público.


Elenco:

Renzo Morelli: Uno
Fernanda Provenzano: André
Nacho Medina: Fausto
Belén Ucar: Raúl
Martina Zapico: Segundo
Lu Fernández Méndez: Ana
Maru Villamonte: Juana

Equipo:

Dirección general: Nicolás Manasseri
Dirección musical: Iván Mazzieri
Músicos: Iván Mazzieri (bajo); Ignacio Arigos (guitarra); Alejandro Roy (batería)
Asistente de escenografía y vestuario: Agustina Bonessi
Asistente general: Santiago Muños
Producción ejecutiva y producción general: Iván Mazzieri y Nicolás Mansseri

Hilo

Hilo
Gabriel Caldirola
Paradiso Ediciones, 2014
Poesía, 72 pp.

por Rubén Sacchi

Al campo ha llegado el otoño, que preanuncia el invierno. La vida parece detenerse, pero es otro su latir. Como queriendo ocultarse de la dureza climática, el universo se mueve hacia adentro.
Ese mundo de sutilezas es percibido por Gabriel Caldirola y descrito con pericia, como si hablara del movimiento, quietamente.
La tierra, cada tallo, hoja o ser vivo, se manifiesta ante la estación: “Las hojas/ crujen/ en la rama,/ ya/ no es/ el sol/ su caja.” ó “Atento/ al pulso/ de la araña/ y quieto/ el árbol/ desaparece”, pero también cada elemento, natural o producto de la mano del hombre, modifica su existencia y su relación con la naturaleza: “Poste/ del último/ cable/ que tuvo/ zorzal./ Junco/ vertebrado/ por el viento”.
Hilo enhebra objetos y movimientos que parecen imposibles. Palabras que se insinúan azarosas o inconexas crean imágenes acabadas de alto tono telúrico y es, ante todo, un fresco de la Madre Tierra.
El libro, es un interesante trabajo de este joven y novel poeta, que mereció recibir una mención del Fondo Nacional de la Artes.