Los dolores del mundo

Los dolores del mundo
Arthur Schopenhauer
Prometeo Libros, 2013
Ensayo, 104 pp.

por Rubén Sacchi

“Si Dios fue quien hizo este mundo, no me gustaría ser este Dios: la miseria del mundo me desgarraría el corazón”. Sentencias como esta describen la filosofía de Shopenhauer, filósofo polaco que debe su nombre al oportunismo mercantil de su padre y que, sólo después de su suicidio y de que su madre lo desheredara, concibe su obra.
Su pensamiento, de pesimismo profundo, estaba imbuido de misoginia y consideraba a la mujer como “un animal de cabellos largos e ideas cortas” que “padece de miopía intelectual”. No obstante ello, creó una base filosófica en la que abrevaron, entre otros, personalidades de la talla de Friedrich Nietzsche, Sigmund Freud y Émile Cioran.
Sostiene que el comportamiento humano está regido por los sentimientos de egoísmo, malevolencia o piedad y afirma la inutilidad de la existencia: “...se puede considerar nuestra vida como un episodio que turba inútilmente la beatitud y el reposo de la nada”.
Esa caracterización negativa de la vida, orienta la totalidad de su obra, una visión que lleva a reflexionar profundamente el sentido del hombre hasta su muerte, esa “destrucción violenta del error fundamental de nuestro ser”.

El mundo después

El mundo después
José Ioskyn
Paradiso Ediciones, 2013
Relato, 216 pp.

por Rubén Sacchi

Cuatro relatos componen el libro de José Ioskyn, narraciones escritas de manera cinematográfica, separando escenas y hasta indicando posiciones de cámara y plano que faciliten el guión y planta de una hipotética adaptación al séptimo arte.
Dos de ellas abordan el tema de la represión, donde los genocidas son los actores principales o bien sobrevuelan la trama tornándola opresiva y hasta irrespirable. Las dos restantes pueden inscribirse en la narrativa fantástica o la ciencia ficción, pero los climas generados son también asfixiantes sin demasiado margen para una salida feliz.
Los personajes principales, para bien o para mal, transgreden los límites permitidos de la propia historia. A lo largo de las páginas imprimen su propia lógica, como la muchacha de Agua que intuía “...estar clavando una verdad irrefutable en el ojo de la verdad misma”.
Los dos tiempos que trabaja el autor, presente y futuro, muestran un mundo aciago. No hay una visión positiva del hombre y los sistemas en que se organiza. Sin embargo, la resistencia a esa realidad, aunque no lleve necesariamente a romper con la estructura imperante, genera fisuras que permiten vislumbrar otras posibles realidades.

Céline

Céline
Philippe Sollers
Paradiso Ediciones, 2013
Ensayo, 112 pp.

por Rubén Sacchi

Médico antisemita, renovador del lenguaje, héroe de guerra, cómico irredento, crítico empedernido. ¿Cuál de todas las definiciones le cabe mejor a este escritor francés, cuyo peor pecado fue decir lo que pensaba mientras otros lo callaban pero lo llevaban a la práctica?
¿Es más coherente un gobierno que lo condecoró como héroe de la Primera Guerra o el que lo declaró Desgracia nacional? Céline lo responde en su novela Viaje al final de la noche: “Os lo digo, infelices, jodidos de la vida, vencidos, desollados, siempre empapados de sudor; os lo advierto: cuando los grandes de este mundo empiezan a amaros es porque van a convertiros en carne de cañón".
En este volumen, Philippe Sollers agrupa diversos artículos que produjo a lo largo de los años y se refieren a ese escritor, que considera una “mezcla íntima, indisociable, de lirismo y de comicidad”. Propone abordarlo desprejuiciadamente, como víctima de un mundo que no llegó a comprenderlo, y redimirlo de etiquetas.
Brillante ensayo de un intelectual controvertido que afirmaba: “Para mí, todo lo que no canta es mierda. Lo que no canta revela por lo bajo alguna desgracia”.

Sin tiempo, Sin memoria

Sin tiempo, Sin memoria
Pipo Lernoud
Conexión Tierra, 2006
Poesía, 86 pp.

por Rubén Sacchi

Imposible hablar de los años fundacionales del rock nacional sin que aparezca la figura de Pipo Lernoud como uno de sus pioneros y más pertinaces impulsores.
Los escasos medios de difusión de aquella cultura -inspirada en el amor y la paz pero no como algo abstracto, sino como práctica concreta para hacer del mundo algo que merezca la pena ser vivido- contaron con su impulso vital, teniendo en el mensuario Expreso imaginario un referente, ya no del acontecer musical, tanto como de las diferentes alternativas que se daban en el mundo del arte y que las nuevas generaciones pedían a gritos para escapar a la chatura imperante, que era propugnada -de arriba hacia abajo- por el poder militar que se había enseñoreado de la Argentina.
¿Cómo no recordar la Guía práctica para habitar el Planeta Tierra? que se manifestaba como otra zona de lucidez implacable o las peripecias del pequeño Little Nemo in Slumberland, con su bagaje de sueños y humor.
Las experiencias alucinógenas, la vida comunitaria y las prácticas nómades fueron los tránsitos obligados en esos años de búsqueda obsesiva de una salida interior que, a la vez, tuviera que ver con el resto del mundo y con una nueva sociedad.
En ese marco comienza la producción poética volcada en Sin tiempo, sin memoria. Transita todos esos caminos y llega más allá. Los caminos recorridos provocan en el autor una síntesis abrumadora, llega a la conclusión de que “Para misterio, me alcanza el mundo real”.
El libro comienza por el final y el verso que lo abre es un balance lapidario tras cuarenta años de poesía: “No sabemos vivir, no sabemos”. Una reflexión crítica de una existencia que podría ser hermosa y que el ser humano se obstina en malograr. Por eso, la ignorancia ante el ciclo de la vida: “imposible saber adónde vamos/ mientras el mar vuelve al mar/ y la planta a su semilla” que sólo deja una certeza, reproducida en una frase de Silvia Bustamante en el poema Junco a Wang Wei: “Nada nos destruye porque somos lo que nos pasa”.
Todo el trabajo mantiene una línea. Cuatro décadas de experiencias y sueños que llegan a descubrir que “todos somos el mismo,/ no hay nombre ni fecha”, eso que parece tan sencillo pero que se aprehende “...llevando/ (...) todo el subdesarrollado temor/ acumulado pacientemente en noches de comisaría/ y soledad”.

Presentación

Presentación
Conourbano
Estudios Conourbano, 2010

por Rubén Sacchi

Si hay que definir Presentación, diría que es un disco de jazz fusión, claro que para muchos autores, toda la historia del jazz es un proceso de fusión con otras músicas, entonces diría que primordialmente se trata de jazz rock.
El arranque, con el tema Funky, retrotrae al escucha a aquellos míticos discos de Return to Forever, donde el bajo de Stanley Clarke ponía los graves en primera persona, en este caso es la mano de Gustavo Gilles quien procura una sólida base, permitiendo brillar a una guitarra fuerte y distorsionada.
A excepción de Príncipe de las tinieblas, con evidente aire latino y Calles de Bugaloo, casi un ejercicio de impro con marcada base percusiva, el resto de los temas mantienen aquella línea, con ligeras variantes, que en algunos pasajes pueden recordarnos a Béla Fleck and the Flecktones y el potente martilleo de Víctor Wooten.
El disco se compone de nueve hermosos temas, que vale la pena escuchar. Conourbano son: Gustavo Gilles (bajo); Manuel Caizza (batería) y Omar Ciccaroni (teclado). En esta ocasión, cuentan con las guitarras de Luis Márquez y Cesar Silva, más la percusión de Hueso.

Con el estilo del maestro

Con el estilo del maestro
La Pilarcita
Abraham Helu Prod. Fonográficas, 2013

por Rubén Sacchi

Son innumerables los músicos que produce esta prolífica tierra. Los hay dedicados a todas las músicas y estilos, abarcando todo mapa y saciando generosamente todos los gustos.
Si uno tiene la suerte de recorrer otras provincias, más allá de la atiborrada Buenos Aires, podrá dar fe a lo antedicho y afirmar conmigo que la fama y el éxito son dones injustos y que dependen de muchos factores que, en general, no van de la mano del talento.
Este disco llega a mis manos de manera azarosa, porque es de un grupo correntino que conocí en Jujuy. Claro, es un disco de chamamé similar a otros tantos de esa maravillosa música litoraleña, pero lo particular de La Pilarcita es la destreza de sus músicos, liderados por la virtuosa quinceañera Daniela del Pilar Acosta.
Sucede que esta mocita desgrana de su acordeón un torbellino de notas inacabable y vive la música de manera sublime, acompañándola con todo su cuerpo y la frescura de sus cortos años.
Obviamente, el resultado final es mérito de todo el grupo, que se completa con el acordeón de Pilar Acosta, la guitarra y la voz de Rogelio “Kike” Acevedo y el bajo de Claudio González.