El cerco rojo de la luna

El cerco rojo de la luna
Silvia López
Paradiso Ediciones, 2013
Novela, 256 pp.

por Rubén Sacchi

Hay libros suaves y también duros. Los encontramos impregnados de perfume, sangre o pólvora, pero El cerco rojo de la luna es una novela tormentosa. Es que ese fenómeno natural la atraviesa de la portada al índice pero, además, subyace en todos sus personajes y sus relaciones.
Como en su anterior trabajo, Cálculo y presentimiento, lo evidente puede incorporarse a “la disputa de los filósofos sobre el ser y el parecer”, con mucho de fantasía.
Silvia López delinea muy bien el perfil psicológico de los personajes, sus obsesiones, fobias y manías, aunque varios de ellos pueden resumirse en la frase “Querría parecerme a las computadoras, que tienen mucha memoria y ningún recuerdo”.
Hervé, el protagonista, vive sumergido en un ambiente decimonónico, donde la aparición de una Cenicienta contemporánea sacude su apatía y, cual príncipe azul, cree ver en ella la redención idílica e irracional de una vida sobrecargada de intelecto.
A partir de allí y entrecruzando historias, la novela se desencadena a un final imprevisible, porque “Hay cosas que ocurren aunque uno no lo sepa”.

Obra reunida

Obra reunida
Pablo Ohde
Paradiso Ediciones, 2013
Poesía, 328 pp.

Por Rubén Sacchi

Tuve noticia de Pablo Ohde en 2010, cuando recibí un ejemplar de si Hamlet duda le daremos muerte, ­editado por Libros de la Talita Dorada. Ese volumen se subtitulaba Antología de poesía salvaje y reunía autores que no superaban los 40 años, muchos de los cuales eran platenses. Entre ellos, Ohde, con los tres trabajos inciales de su tercer poemario, que publicaría al año siguiente: La Eva de las tres ­muertes.
Entonces, nadie pensaba que ese libro, más otro de cuentos, Los cuentos del señor Cornely, y un buen puñado de inéditos iban a completar la totalidad de su obra, ya que la muerte lo sorprendió en 2012, a la edad de 42 años.
Libros de poca difusión y, en general, inhallables, se agrupan en esta edición bajo el cuidado de Fernando Alfón.
Ohde, fundador de la Editorial Turkestán, consideraba sobrantes los pies de imprenta, la paginación y hasta el nombre de los autores. Asumía la obra poética como un único poema universal y a los autores como uno solo. Quizás, esa fuese la visión más solidaria del arte, la de poner ladrillos en una construcción colectiva que nos aísle del odio, pero hacerlo en el anonimato.

La meta de Gregorio

La meta de Gregorio
Diego Recalde
Viajera Editorial, 2012
Novela, 194 pp.

por Rubén Sacchi

En la conocida obra de Franz Kafka, La metamorfosis, Gregorio, el ­protagonista, despierta de un mal sueño y se descubre convertido en un insecto. Aquí, la mutación es otra muy distinta: el protagonista amanece convertido en aquel autor que, a la sazón, es su ­idolatrado fetiche. Todo en la vida de Gregorio tiene que ver con el escritor checo, hasta el nombre de su ­enamorada.
Diego Recalde acude a la humorada para desarrollar una suerte de metáfora en la que condena la imitación a ultranza, no ya por plagio, sino por mímesis obsesiva.
La novela expone, entre el sarcasmo y el grotesco, la vida de un estudiante de letras, estereotipado, que no encuentra el rumbo para expresarse con originalidad y apela al cúmulo de conocimientos adquirido como espejo y no como fuente donde abrevar.
Hay un interesante desarrollo de la lucha interna en que se debaten las influencias del creador, sin obviar los celos que los atormentan.
En un entorno, donde aborda también la religión y el sexo, demuestra que una copia, por perfecta que sea, siempre será una caricatura.

Matar a la niña

Matar a la niña
Agustina María Bazterrica
Editorial ­textosintrusos, 2013
Novela, 222 pp.

por Rubén Sacchi

Matar a la niña es una novela kafkiana. ¿Qué otra cosa podría ser una historia que recorre intrincados pasadizos que parecen no tener salida? ¿qué son, en definitiva, el cerebro y la burocracia sino dos construcciones laberínticas -natural y cultural- donde el ser humano se pierde? No en vano, un pasaje de la novela recrea la obra de Samuel Beckett, Esperando a Godot aunque, sugestivamente, el esperado es DOG, perro en inglés, inverso de Dios en esa lengua y apócope de aquel personaje.
La autora, educada bajo preceptos religiosos, refleja su fuerte rechazo a ese pasado mediante la sátira, estilo cuidadosamente elegido para atravesar no sólo el relato, sino también los agradecimientos finales.
Infinidad de citas explícitas y guiños a autores, como Luis Buñuel, Antoine de Saint Exupery o el mismo Albert Einstein recorren las páginas intentando un análisis filosófico de la existencia, en el que el individuo es quien construye el cielo o el infierno y “Uno siempre tiene que crear lo que lo va a intentar destruir”. El bien y el mal confundidos en un mismo personaje, de características demenciales, que asume que “el séptimo día maté por aburrimiento”, refleja el punto culminante del absurdo, en un mamarracho celestial de cartón piedra.
Hay dos lecturas, al menos, de Matar a la niña; la jocosa, que divierte y lleva a leerla de un tirón y la trágica, en la que “Sabemos de Dios sólo lo que necesitamos saber y Dios no sabe nada acerca de nosotros porque le somos indiferentes” y entendemos que “El terror verdadero, real, era existir para siempre”, pero sea cual fuere el camino elegido, la conclusión siempre resulta la misma: si buscamos el paraíso, debemos hacerlo, sin lugar a dudas, en ésta, nuestra única vida.

Palabras en diálogo, Lectura puesta en acto

Palabras en diálogo
Lectura puesta en acto

Araceli Mariel Arreche
Editorial Leviatán, 2013
Teatro, 166 pp.

por Rubén Sacchi

La creación artística es posible cuando el ser humano rompe las paredes que fue construyendo a su alrededor a lo largo de su vida, y recobra la libertad necesaria e ilimitada para dicho acto. ¿Cómo vuelve a ese estado original de soltura? Quizás regresando a ese estadio maravilloso que es la niñez. No ya por su inocencia, sino por la ductilidad y la búsqueda constantes que la caracterizan.
Los niños, es sabido, aprenden y aprehenden jugando, y a eso se parece el proceso creativo. Tal es el método empleado por Araceli Arreche para la concreción de este trabajo.
Los artistas enrolados en el Surrealismo solían ejercitar una práctica lúdica, a la que llamaban Cadáver Exquisito, esta experiencia arrojaba resultados interesantes. Ellos generaban obras colectivas, que eran el producto de diferentes partes realizadas por sendos autores y luego unidas. El Frankenstein resultante solía ser sorprendente.
Algo de esa práctica tiene Palabras en diálogo, ya que existe a partir de un método de aporte colectivo donde, según palabras de la compiladora, “El autor eligió un material literario no dramático y se lo entregó a un actor. El actor leyó el material y transformó su lectura en un relato verbal para el autor. El autor reelaboró poéticamente el relato de esa lectura en un monólogo breve. El material volvió al actor, y su juego en situación de representación dramática fue abierto al espectador”.
Veinte criaturas son el resultado de iguales cirugías, con un producto más que atractivo. Un trabajo de reescritura que sorprende y es digno de celebrar.

Molicie

Molicie
Esteban Rubinstein
Paradiso Ediciones, 2012
Novela, 256 pp.

por Rubén Sacchi

Cada situación que se vive integra una historia mayor que, a la vez, conforma la gran historia de la vida. Desde esa línea de razonamiento, que puede extenderse al infinito, cualquier final es abierto, pero en el caso de Molicie, todo queda a la espera de la imaginación del lector.
La molicie es algo blando, pero esa palabra nos remite a un estado de relax, un remanso donde reina la calma. En esa situación pretenden existir los protagonistas, que asumen una posición cómoda y egoísta, creyendo vivir en una isla, donde sus intereses resulten inalterables.
La historia tiene un particular tratamiento de los personajes, los muestra de características bien marcadas, inestables, con­tradictorios e inmaduros. Pese a contar con ­formación académica, de reacciones ­primarias.
Por el libro desfilan temas demasiado actuales para soslayarlos, como son la discriminación, la transculturización, la corrupción y el derecho de los pueblos originarios a las tierras que ancestralmente les pertenecieron.
Sin embargo, tras esa estructura, subyace una interpelación ideológica. Un replanteo de la vigencia de ciertos pensamientos, que exuda una atmósfera pesimista, aunque insinúa pequeñas luces entre las sombras. La memoria y el pasado como objetivo y lastre, se expresan como elementos en tensión.

La búsqueda eterna

La búsqueda eterna
Paramahansa Yogananda
Self-Realization Fellowship, 2012
Ensayo, 570 pp.

por Rubén Sacchi

Paramahansa Yogananda fue, en vida, un ferviente propagador del yoga en occidente, desde su lugar de yogui y gurú. Su figura llegó a ser muy reconocida entre los seguidores de esta práctica, contando entre sus discípulos a Mahatma Gandhi.
Promulgaba la experiencia directa de la verdad, contra la práctica de la fe ciega: “La verdadera base de la religión no es la fe, sino la experiencia intuitiva. La intuición es la capacidad del alma de conocer a Dios. Para saber lo que es realmente la religión hay que conocer a Dios”, sostenía.
En La búsqueda eterna, se compilan una serie de conferencias, clases informales y escritos inspirativos, publicados originalmente por separado, en 1925.
Notoriamente, el autor no llevaba nota de sus exposiciones, pero su extensa obra sobrivive gracias a la ­dedicación de su principal colaboradora y discípula, Sri Daya Mata, quien ­registró taquigráficamente todas sus charlas, tanto académicas como informales, dadas a pequeños grupos de discípulos y buena parte de sus consejos personales.
Una alternativa interesante para quienes abrazan las filosofías de Oriente.