El cerco rojo de la luna
Silvia López
Paradiso Ediciones, 2013
Novela, 256 pp.
por Rubén Sacchi
Hay libros suaves y también duros. Los encontramos impregnados de perfume, sangre o pólvora, pero El cerco rojo de la luna es una novela tormentosa. Es que ese fenómeno natural la atraviesa de la portada al índice pero, además, subyace en todos sus personajes y sus relaciones.
Como en su anterior trabajo, Cálculo y presentimiento, lo evidente puede incorporarse a “la disputa de los filósofos sobre el ser y el parecer”, con mucho de fantasía.
Silvia López delinea muy bien el perfil psicológico de los personajes, sus obsesiones, fobias y manías, aunque varios de ellos pueden resumirse en la frase “Querría parecerme a las computadoras, que tienen mucha memoria y ningún recuerdo”.
Hervé, el protagonista, vive sumergido en un ambiente decimonónico, donde la aparición de una Cenicienta contemporánea sacude su apatía y, cual príncipe azul, cree ver en ella la redención idílica e irracional de una vida sobrecargada de intelecto.
A partir de allí y entrecruzando historias, la novela se desencadena a un final imprevisible, porque “Hay cosas que ocurren aunque uno no lo sepa”.
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