Filomena
Claudia Queiroz
th Barrios Rocha Editores, 2015
Novela, 108 pp.
por Rubén Sacchi
Cuando al inicio del libro la autora dice que “no es una novela corta, ni un cuento largo”, más que justificar el género narrativo alude a lo profundo de su obra: “Filomena es la primera palabra de un juego de palabras desparramadas que se vaciaron y se llenaron a lo largo de mi pueblo largo y me desafiaron”. Es que Filomena es una metáfora de la otredad, un grito contra el abandono y la deshumanización de la sociedad.
El personaje que elije Queroz para transcurrir su novela es una mujer indigente. Como todo desheredado social no tiene un origen cierto, por ende, no podemos intuirle futuro. No obstante, y recordándonos el origen de la vida, nos dice: “el agua y el comienzo suelen explicarse a sí mismos”.
Despacio, mediante idas y vueltas gramaticales, se va desenredando una historia, todos la tenemos, “es la conciencia histórica la que nos hace dueños” y, al privar a Filomena de la suya, se le quita solidez, se la resume a un instante que debe pasar rápidamente para no desentonar con la monotonía del paisaje. Pero la escritora insiste, bucea en la realidad y en la leyenda para devolverle su pertenencia, su peso, porque “la historia de los pájaros (...) no son los pájaros, sino su vuelo”.
Con una prosa, por demás poética, la escritora nos acerca a un lugar universal, sin apartarse de su aldea, donde se evidencia “la permanente imposibilidad de elevarse”, una realidad que no es destino, sino una heredad que debe transgredirse para alcanzar el verdadero sentido de la vida, si es que lo tiene, o inventárselo.
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