Una perra
Liria Evangelista
Paradiso Ediciones, 2012
Poesía, 48 pp.
por Rubén Sacchi
Liria Evangelista plantea un relato retrospectivo de su infancia en Parque Chas a través del sexo. Del sexo como la escritura. La compulsión de escribir como una puta busca sexo: “amo amo/ dame le dije/ putita empapelada y entintada/ te lo voy a contar todo”.
Muestra una infancia edípica: “y aunque tu verga poderosa quiera hacerse falo/ minga” y la masturbación como in crescendo: “me contemplo: quién era, quién soy, quién voy a ser/ desespero/ a la entrepierna llego acariciando/ reinado de mis polvos de mis estruendos mudos”. Tampoco es ajena al paso de los años: “un pelo blanco/ juera bicho quiero gritar y el espejo me devuelve/ mi sino de viejita”. Asume la instancia como un otoño, con guiños a Jorge Manrique y Rubén Darío.
Un repaso por los hombres que poseyó: “...tantos nombres olvidados/ hombres que me fuiste ¿un rostro? ¿más que muchos? fueron voces ecos apagados en la mueca del orgasmo” produce un balance negativo: “de algunos ni las sombras/ de otros nada/ ni el acaso” y en ese transitar la experiencia sexual: “lamí tragué escupí asqueada” los hombres “perforaron hendieron mutilaron” y dejaron una imagen de derrota: “...volví desnuda de percal/ yo también un tango trágico yo sonatina/ y becqueriana/ (...)/ monstruoso el gozo única la pena/ extraordinaria”.
La soledad se muestra en un juego de palabras: “soy sombra enfalecida/ (...)/ ahora soy mujer que vive de su espera/ enfaltecida” y el falo vuelve con su carga edípica: “él tiene eso: oscuridad canosa de entrepierna/ (...)/ este es el cuerpo del que nunca lameré los bordes/ (...)/ ni su flora ni su fauna nada de él/ pura vergüenza...”, en el duro momento de la pérdida del padre.
¿Por qué el sexo tan lejos del placer? quizás la experiencia que vio en la madre “me dice el tano bruto/ ¿de qué te quejás?/ las de mi pueblo parían en el campo/ (...)/ ese dolor es el que vale/ (...)/ ¿capisce?/ pobre de mi/ (...)/ sometida a los acentos de su voz/ a la repetición de sus orgasmos”, una experiencia de sumisión de una madre envejecida: “la vejez es su falta de luz”; “le imagino los pulmones el riñón/ lo que no se ve y el tiempo fue pudriendo”. Una anciana que se vuelve niña al momento de la muerte: “le entrego a la muerte este fetito/ duermasé le canto mi chiquita/ mamita duermasé”. Y la proyección del propio final: “cuando yo esté volviendo a la sombra perfecta que me hizo”; “quiero mi lengua natal la verdadera”.
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