Uno es un número solitario
Bruce Elliott
La Bestia Equilátera, 2014
Novela, 176 pp.
por Rubén Sacchi
Richard Secker escribe en El tribunal: “Y se presentó ante Dios diciendo que había sido él un hombre malo, pero que había tenido un amigo por el cual había dado su vida”. Tamaña confesión pierde todo su peso ligada a semejante alegato.
Esa lógica se retoma en Uno es un número solitario, aunque no es un amigo el objeto de sacrificio sino una mujer, a la que el autor dota de todos los atributos para llamarla así, pero que provoca una idea de amor cuasi filial, lo que sumerje la relación en un clima incestuoso.
La novela de Elliott contiene todos los elementos del género negro y algo de road movie trunco, donde los personajes esgrimen comportamientos que diluyen los límites que suelen establecerse de lo moral. El prófugo Larry Camonille, protagonista de esta historia, comparte ese estereotipo.
“Sabía tocar la trompeta, y no era nada malo con un arma” eso, y no demasiado más, es lo que sabemos de su pasado. La historia es una línea en presente, con todo lo trágico que contiene esa palabra, y más si la ubicamos en esos pueblillos perdidos que hieven en su propia tinta.
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