Clavelina
Eduardo Kovalivker
Hojas del Sur, 2015
Novela, 144 pp.
por Rubén Sacchi
No es un clavel, con su evidente belleza y prestancia, la clavelina es una flor pequeña, que se exhibe casi con timidez en medio de un ramillete y su hermosura posee el tono de lo salvaje. Ese quizás sea su mayor atractivo.
La novela de Kovalivker comienza en un escenario romántico, con el que los amantes de la literatura y el conocimiento siempre soñamos: una biblioteca frente al mar; y ese gigante líquido es el nexo que lleva a Juan, cincuenta años después, a otro teatro de similares características pero impregnado de gran turbulencia vital.
El autor logra construir un personaje muy interesante, plagado de contradicciones, que puede despertar en el lector tanto la empatía como el desprecio. Su pasión por una joven aldeana arrojada a la prostitución, lo lleva a enfrentar al proxenetismo, mientras por otra parte lo alimenta y construye una relación que bien puede considerarse incestuosa.
La trama se desarrolla plena de tensión y recorre una isla caribeña, en la que puede identificarse a Cuba aunque en ningún momento se la nombre y se exponga una visión bastante particular del proceso político revolucionario que atravesara la ínsula.
Las creencias y supersticiones ponen de la mano peces, que pueden ser demonios, con el conocimiento de pócimas y brebajes ancestrales, más efectivas que la medicina occidental.
El protagonista, a la saga escritor, desmitifica la visión idealizada de la profesión. No resulta un humanista preocupado por los avatares de los mortales, sino que está dotado del suficiente egoísmo necesario para cargar con un asesinato innoble y poder continuar, sin mayores sobresaltos, disfrutando de una buena vida.
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