Madagascar
Luis E. Benítez
Editorial Vestales, 2017
Novela, 320 pp.
por Rubén Sacchi
Como lector empedernido de Benítez, justamente desde aquellos lejanos días de Poemas de la tierra y la memoria, me sumergí en las páginas de Madagascar. Mi formación atraviesa un recorrido que coincide en muchas paradas con sus lecturas y esa puede ser una explicación de mi atracción hacia sus obras. La fantasía y el clima denso de su prosa resultan atrapantes.
¿Qué llevó al autor a escribir sobre corsarios? Tal vez esa vieja deuda que tenemos con nuestra primera edad aunque, si bien la novela puede emparentarse con las historias de Sandokán, se percibe una pluma que apunta a otra cosa, un mensaje más maduro que aquellos viejos relatos de piratas.
Hay pasajes que, particularmente, resultan exquisitos. Tal el de la ballena, émulo de Moby Dick, que lleva, atados a su destino, infinidad de lanzas y arpones, reflejo de la codicia y la maldad humanas, convirtiendo a la pobre bestia en una criatura sufriente.
Enmarcada en la corriente utópica, la narración hace un paralelo con la fundación, ascenso y caída de Libertatia y las pujas religiosas entre católicos y protestantes, imponiendo creencias a sangre y fuego, tan lejos del amor y la piedad predicados. Deambulan personajes extraños, como un catador de agua o un cura anarquista. Este dominico, desarrolla un planteo libertario, pero de corte religioso. Con postulados de justicia social más igualdad y fraternidad, la propuesta se emparenta a la del internacionalismo revolucionario, notoriamente cercano al proceso de la Revolución Comunista.
La ideología supone un esfuerzo intelectual, así como la creación literaria. Benítez es la prueba viviente de que la "fatiga o cansancio" puede quebrarse por la propia voluntad.
El autor es un utópico empedernido, aunque se autodefina como pragmático, ya que éste no podría arribar, como él, a la maravilla. Bienvenida su contradicción. Va mi agradecimiento a Vestales, por seguir apostando a las supuestas causas perdidas.
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