Más allá de ellos, pero no sin ellos
Novela biográfica
Mariana Elizabeth Pellegrino. 128 pp.
Edic. Ultimo Reino, 2007.
por Eva De Bartolo
En Más allá de ellos, pero no sin ellos Mariana Pellegrino busca las palabras para contar el pasado y a veces no las encuentra porque ¿cómo poner en palabras todo el horror vivido, cómo llamar a estos ¿hombres? capaces de provocar el inenarrable sufrimiento de tantos semejantes? Teodoro Adorno se preguntaba si se podía hacer poesía después de Auschwizt. Y cabría agregar a tantos otros lugares del planeta, entre los que se encuentra nuestro país después de la dictadura genocida. Sin embargo, el lenguaje nos constituye y, al decir de Mariana, quizás esas palabras no existan pero tengamos que inventarlas dispuestos a dar testimonio para aprender de la historia y evitar que se repita.
En este libro evoca a su madre, María del Carmen Di Blasi, desaparecida por la última dictadura militar, hilando los recuerdos a través de su propia historia. Relata con la naturalidad de quien considera que la vida es lucha permanente, de quien guarda dentro de sí la tibieza maternal que le ayuda a enfrentar el mundo, ese mundo que no le ahorró ningún dolor ni pesadumbre, del que se sintió expulsada más de una vez y sin embargo la fortaleció no para salir indemne sino para madurar como mujer y también ella como madre.
A los once años, después de la desaparición de María del Carmen, el dolor y la desesperación la ganaron y decidió ser una "… sobreviviente: ni una vida ni una muerte. La nada". Al leer la narración de aquella época se siente como propio el desamparo al que fueron sometidos ella y su hermano Pablo, la terrible magnitud de la vivencia en contraposición a la escasa edad que tenían ambos, una edad temprana que debe ser de juegos y risas: "…había días en que cargaba mis once años al hombro y me echaba a andar, deambulaba por las calles sin saber adónde ir, buscando algún rastro de su rastro, una mezquina señal".
Y con esta mochila a cuestas comienza su camino en el que conoce el desamor y la traición de quienes debían amarla y protegerla. No se ahorra autocrítica, habla de sus tropiezos y sus equilibrios, de sus aciertos y sus errores como mujer y como madre, y agradece a quienes en ese tránsito fueron sus amigos y apoyo. También y con la misma simpleza y naturalidad que da el conocimiento de la lucha cotidiana, denuncia a las instituciones que tras una apariencia de contención expulsan a quienes los necesitan. Como ejemplo de esto, la iglesia cómplice de los militares asesinos y torturadores en la persona del cura de Santa Rita, de la cual su abuela era devota y a la que acompaña para que la anciana encuentre un poco de alivio a su pena: "…pobre viejita, el cura nos echó a patadas en el alma. Vi cómo su fe se desgarraba en cada lágrima... por suerte yo no creía en Dios. Algo menos para perder". También el área de salud, encarnada esta vez en el Hospital de Clínicas, donde acude para el nacimiento de su primera hija: allí, prejuzgándola por su juventud, la maltrataron, la insultaron y la tuvieron sola durante horas hasta que asomó la cabecita de Aldana.
Este libro trasunta sinceridad y transparencia. Es la vida de Mariana y está lleno de esperanza porque si bien la dictadura nos dejó la visión horrorosa de la terrible maldad que puede existir en algunos hombres, jamás logró acallar los valores de los que sufrieron bajo sus garras y que ahora resurgen en sus hijos. Como tan gráficamente muestra la tapa del libro (foto de Natalia Casola sobre idea de Aldana) fue juntando sus pedazos como pudo y volvió a emerger, no igual sino fortalecida en el dolor y con la voluntad inquebrantable de seguir sin olvidar pero con alegría: no lograron su cometido de separar lo que siempre debió estar junto. No lograron destrozar los ideales, Mariana está con su madre, sin bajar los brazos jamás, multiplicada en sus hijas, dispuesta a la lucha de siempre.
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