Osvaldo Lamborghini, una biografía
Ensayo
de Ricardo Strafacce
Editorial Mansalva, 2008
por Eduardo Silveyra
Osvaldo Lamborghini fue un escritor y ahora es también una biografía escrita por Ricardo Strafacce. El apellido es lamborghiano, en la línea Stropani-Sebregondi o algo así. Strafacce bien puede llamarse Stafache o Stafichio… esas designaciones italianitas a las que recurría Osvaldo Lamborghini cuando quería humillar a alguien. En fin, tampoco se trata de eso.
Recuerdo una larga entrevista de varias horas con Strafacce en la que hablamos exclusivamente de Osvaldo, lo que me llevó a escribir una nota que fue publicada en una página de Internet y cuyo título es Lamborghini o La perversión vacía. Hay un recorrido cronológico de la relación establecida con Lamborghini en ese texto pero, lo que no se desvirtúa lo vivido.
Donde sí se desvirtúa es en lo que transcribió Ricardo Strafacce, en lo que atañe a mi persona y a otros involucrados en esa novela antojadiza que hace sobre Osvaldo Lamborghini y que engañosamente llama biografía.
Recuerdo también que una noche, de casualidad, nos encontramos con Strafacce en una sala de juego que abandonamos, luego de perder un poco más, para ir a tomar un café y hablar de Lamborghini. Strafacce le quería imponer a la conversación una borrachera confesional o algo por el estilo y pidió un par de whiskys dobles. El lugar etílico no me pareció el más adecuado y cambié el vaso de whisky por un café. Creo que ese cambio lo decepcionó. En ese momento de debilidad que crea la decepción, le pregunté el por qué de la biografía. “En la Argentina sólo hay dos escritores, Borges y Lamborghini, el resto no existen”. Esa fue la respuesta, un tanto desmesurada, de Strafacce.
De algo estoy seguro y es que Borges es un polo y que, más allá del procerato que viene construyendo César Aíra con Osvaldo Lamborghini, no lo convierte a éste en el otro polo de la oposición civilización y barbarie, siendo ésta una de las posibles lecturas que se le puede dar a los textos del autor de El niño proletario y El fiord.
Antonin Artaud se interrogaba: “¿Quién no escribe para salir de los infiernos?” Como todo perverso, Lamborghini escribía para introducir en los mismos. Tal vez esa sea la leyenda de la patología.
Cuando el Marqués de Sade dijo: “El cuerpo solo sirve para dar dolor” planteaba desde lo perverso una opción filosófica y creaba un sistema de pensamiento a partir de esa premisa. Lamborghini, en esos términos, es sólo un abordaje desde el psicoanálisis. Hay un estancamiento en el lenguaje que se paraliza en el relato perverso, y no trata (o no puede) de trascender ese espacio.
Las confesiones cínicas que Osvaldo hacía, estaban construidas desde las lecturas de Lacan y sometidas a interpretaciones disparatadas o absurdas, que a veces intentaba o ponía en práctica.
Existe un texto de Germán García publicado en la revista Innombrable II, en el que habla de una confesión cínica que no confesará y que hizo que rompiera su amistad con Lamborghini. Alguna vez me pregunté si sería la misma que yo tuve que escucharle, después que hiciera un análisis delirante cuya síntesis concluía que el Almirante Massera era el nuevo Perón que venía a libertar a la Argentina. Esto viene a cuento de una noche en el bar La Paz de los 80, en la que intenté rescatar algunas formas de la escritura de Osvaldo Lamborghi y en una mesa en la que además de Germán García, estaban el poeta Alfredo Carlino y Jorge Asís. García, bastante cansado de mis argumentos pelotudos, sólo me dijo: “No rompas más las pelotas, a Lamborghini lo inventé yo”.
“Alguna vez intentó estudiar con Oscar Massota, pero no pudo seguir demasiado, porque no tenía constancia para un trabajo en serio y en serie”. “El Fiord, fue publicado con un epílogo que yo escribí y que doblaba la extensión del texto”.
Estas citas pertenecen al texto La intriga Lamborghini, publicado en Innombrable II. El autor es Germán García, son casi las mismas palabras que dijera esa noche en el bar La Paz. Como dato curioso, en la misma publicación que, entre otros, dirigía el librero y poeta Sergio Rondán, está publicado el relato La causa justa de Osvaldo Lamborghini.
Una de las cosas que señala García en ese texto es la necesidad de prestigio, tal vez una necesidad fundada en la competencia con su hermano.
Las referencias que hacía de Ospick, el padrastro de Baudelaire, con respeto a su intrincada vida familiar dan cuenta de eso. El maltrato al que sometió a algunos incautos que quisieron iniciarse en Joyce guiados por un supuesto saber, también pasa por ese trayecto del delirio.
¿Se justifican 900 páginas narrando los periplos etílicos, robos y extorsiones a amigos, cuando lo válido hubiera sido una biografía desde lo literario? O, tal vez, haya que comenzar a preguntarse qué se quiere construir con Osvaldo Lamborghini y qué fascinaciones operan sobre las mentecitas pequeño burguesas que lo leen en la sede Puán de la U.B.A.
Ante otros malditos lejanos o cercanos en el tiempo y el espacio, como Lautreamont, Genet o el falsario de Gombrowicz, el discurso de Lamborghini está plagado de neologismos empobrecedores de un lenguaje ya de por sí muy económico y fragmentario, sustentado en la anécdota escatológica.
Creo que en el desproporcionado libro Osvaldo Lamborghini, escrito por Strafacce-Stafichio, para darle una entidad novelesca al autor, podría haber hablado de esas discusiones y no haberse quedado sólo en contar borracheras y líneas de cocaína. ¿Qué más decir de una obra que torna dudosa la memoria o la tergiversa directamente y, de paso, roza cierta falta de ética? Pensé que se trataba de la literatura y al final siguió siendo Lamborghini.
de Ricardo Strafacce
Editorial Mansalva, 2008
por Eduardo Silveyra
Osvaldo Lamborghini fue un escritor y ahora es también una biografía escrita por Ricardo Strafacce. El apellido es lamborghiano, en la línea Stropani-Sebregondi o algo así. Strafacce bien puede llamarse Stafache o Stafichio… esas designaciones italianitas a las que recurría Osvaldo Lamborghini cuando quería humillar a alguien. En fin, tampoco se trata de eso.
Recuerdo una larga entrevista de varias horas con Strafacce en la que hablamos exclusivamente de Osvaldo, lo que me llevó a escribir una nota que fue publicada en una página de Internet y cuyo título es Lamborghini o La perversión vacía. Hay un recorrido cronológico de la relación establecida con Lamborghini en ese texto pero, lo que no se desvirtúa lo vivido.
Donde sí se desvirtúa es en lo que transcribió Ricardo Strafacce, en lo que atañe a mi persona y a otros involucrados en esa novela antojadiza que hace sobre Osvaldo Lamborghini y que engañosamente llama biografía.
Recuerdo también que una noche, de casualidad, nos encontramos con Strafacce en una sala de juego que abandonamos, luego de perder un poco más, para ir a tomar un café y hablar de Lamborghini. Strafacce le quería imponer a la conversación una borrachera confesional o algo por el estilo y pidió un par de whiskys dobles. El lugar etílico no me pareció el más adecuado y cambié el vaso de whisky por un café. Creo que ese cambio lo decepcionó. En ese momento de debilidad que crea la decepción, le pregunté el por qué de la biografía. “En la Argentina sólo hay dos escritores, Borges y Lamborghini, el resto no existen”. Esa fue la respuesta, un tanto desmesurada, de Strafacce.
De algo estoy seguro y es que Borges es un polo y que, más allá del procerato que viene construyendo César Aíra con Osvaldo Lamborghini, no lo convierte a éste en el otro polo de la oposición civilización y barbarie, siendo ésta una de las posibles lecturas que se le puede dar a los textos del autor de El niño proletario y El fiord.
Antonin Artaud se interrogaba: “¿Quién no escribe para salir de los infiernos?” Como todo perverso, Lamborghini escribía para introducir en los mismos. Tal vez esa sea la leyenda de la patología.
Cuando el Marqués de Sade dijo: “El cuerpo solo sirve para dar dolor” planteaba desde lo perverso una opción filosófica y creaba un sistema de pensamiento a partir de esa premisa. Lamborghini, en esos términos, es sólo un abordaje desde el psicoanálisis. Hay un estancamiento en el lenguaje que se paraliza en el relato perverso, y no trata (o no puede) de trascender ese espacio.
Las confesiones cínicas que Osvaldo hacía, estaban construidas desde las lecturas de Lacan y sometidas a interpretaciones disparatadas o absurdas, que a veces intentaba o ponía en práctica.
Existe un texto de Germán García publicado en la revista Innombrable II, en el que habla de una confesión cínica que no confesará y que hizo que rompiera su amistad con Lamborghini. Alguna vez me pregunté si sería la misma que yo tuve que escucharle, después que hiciera un análisis delirante cuya síntesis concluía que el Almirante Massera era el nuevo Perón que venía a libertar a la Argentina. Esto viene a cuento de una noche en el bar La Paz de los 80, en la que intenté rescatar algunas formas de la escritura de Osvaldo Lamborghi y en una mesa en la que además de Germán García, estaban el poeta Alfredo Carlino y Jorge Asís. García, bastante cansado de mis argumentos pelotudos, sólo me dijo: “No rompas más las pelotas, a Lamborghini lo inventé yo”.
“Alguna vez intentó estudiar con Oscar Massota, pero no pudo seguir demasiado, porque no tenía constancia para un trabajo en serio y en serie”. “El Fiord, fue publicado con un epílogo que yo escribí y que doblaba la extensión del texto”.
Estas citas pertenecen al texto La intriga Lamborghini, publicado en Innombrable II. El autor es Germán García, son casi las mismas palabras que dijera esa noche en el bar La Paz. Como dato curioso, en la misma publicación que, entre otros, dirigía el librero y poeta Sergio Rondán, está publicado el relato La causa justa de Osvaldo Lamborghini.
Una de las cosas que señala García en ese texto es la necesidad de prestigio, tal vez una necesidad fundada en la competencia con su hermano.
Las referencias que hacía de Ospick, el padrastro de Baudelaire, con respeto a su intrincada vida familiar dan cuenta de eso. El maltrato al que sometió a algunos incautos que quisieron iniciarse en Joyce guiados por un supuesto saber, también pasa por ese trayecto del delirio.
¿Se justifican 900 páginas narrando los periplos etílicos, robos y extorsiones a amigos, cuando lo válido hubiera sido una biografía desde lo literario? O, tal vez, haya que comenzar a preguntarse qué se quiere construir con Osvaldo Lamborghini y qué fascinaciones operan sobre las mentecitas pequeño burguesas que lo leen en la sede Puán de la U.B.A.
Ante otros malditos lejanos o cercanos en el tiempo y el espacio, como Lautreamont, Genet o el falsario de Gombrowicz, el discurso de Lamborghini está plagado de neologismos empobrecedores de un lenguaje ya de por sí muy económico y fragmentario, sustentado en la anécdota escatológica.
Creo que en el desproporcionado libro Osvaldo Lamborghini, escrito por Strafacce-Stafichio, para darle una entidad novelesca al autor, podría haber hablado de esas discusiones y no haberse quedado sólo en contar borracheras y líneas de cocaína. ¿Qué más decir de una obra que torna dudosa la memoria o la tergiversa directamente y, de paso, roza cierta falta de ética? Pensé que se trataba de la literatura y al final siguió siendo Lamborghini.
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