El rock de los limbos


El rock de los limbos
Carmen Iriondo
Paradiso Ediciones, 2011
Poesía, 64 pp.

por Rubén Sacchi

Ni cielo, ni infierno. El limbo es el sitio donde van las almas que no alcanzaron estado de gracia. El lugar de los parias celestiales, con menos derechos que los pasajeros del purgatorio. En medio de ese flotar (como en la barca de Caronte) El rock de los limbos aparece como oxímoron; o como un punto de ruptura con aquel fluir pasivo.
La vida y la muerte en disputa, debajo “el lago de hielo” donde “una patinadora/ corre riesgos”, mientras “un cuervo sobrevuela”, condice con la apertura del libro: cuando uno testa para que esa última voluntad se la coman las ratas, “no hay nada que decir”.
La metáfora pone en el cementerio “coronas de primavera falsa” y viste a la violinista Jacqueline Du Pré de amarillo, color de “agüero/ umbrío para el allegro en floración de tus tendones”.
La niñez arropada en la clásica siente irrumpir una juventud de rock y mayo francés: “aspiraban a todo en tiempos juveniles/ …/ cruzaban el puente cubierto de ignorancia”. Las notas de Manuel Rego dejan paso al “inmanente sonido rabioso de ser joven/ y crearle ruidos a la violencia”, pero la maravilla musical provoca la inevitable fusión y “saint saëns besa a Pappo antes de acabar”.

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