Al cruzar el Río Salado
Jorge Alejandro Flores
Ediciones Ultimo Reino, 2014
Poesía, 64 pp.
por Rubén Sacchi
El río quizás sea la metáfora de las metáforas. En su figura caben el tiempo, la palabra y la vida misma.
El Río Salado es para Jorge Alejandro Flores un cauce con dones de eternidad, donde sus aguas reflejan una y otra vez los momentos de su vida. Es también una frontera, ausente de toda cartografía, que separa el ayer del hoy; esa que la fantasía puede cruzar a gusto y riesgo cuantas veces lo desee, ya que “la mirada y el lenguaje se entrecruzan al infinito”.
Es inevitable que, camino hacia el dolor, el doliente atine a retroceder. Lo hace en pos de otro momento y otro lugar en los que el precario equilibrio de la vida daba la sensación de estabilidad y hasta de felicidad, incluso antes de nuestra existencia.
Con paisajes de pobre arrabal y su miseria, esboza un adiós con aire de tango. Taxativo, sentencia: “lo real propone, lo imaginario dispone”, como un ardid anticipatario de lo inevitable, esa sentencia inapelable a cualquier justicia que escapa al pasado, a las tardes en familia y a los primeros atisbos del amor: la muerte. Ese presente continuo que el futuro nos depara inexorable. Peor aún, la muerte de un ser querido, porque “finalmente la muerte no perdona. Tampoco la vida”.
Al cruzar el Río Salado es un pequeño diario de viaje, un viaje que conlleva otros, más inciertos e indeterminables, porque ocurren “en la región/ donde el olvido es apenas un mísero/ servidor inválido que siempre incumple”.
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