Prisionera
Gabriela Alfie
Editorial Vinciguerra, 2017
Novela, 328 pp.
por Rubén Sacchi
No siempre un final abierto resuelve la historia. En ésta,
valga la oposición, cierra adecuadamente y permite al lector elaborar el resto
del devenir de Laila, que ya no es Emilia, un remanente de cuestiones no
menores, pero que dejan a la autora centrarse en su principal objetivo: el
terrorismo de Estado y, dentro de ese infierno, en la apropiación de niños por
parte de los ejecutores de ese plan macabro.
Bajo esa pauta, el libro trata de la identidad. No sólo la
que hace a la pertenencia familiar, sino también a la que nos une a una nación
ancestral. Ese conocimiento del yo, indispensable para desarrollarnos como
individuos, “...como si nunca antes hubiera percibido todo ese cuerpo y, ahora,
lo reconocía en forma desenfrenada”.
Inevitablemente, aborda la trilogía inseparable de Memoria,
Verdad y Justicia. Mientras la primera se va construyendo colectivamente, con
todo el dolor de un parto, la segunda se revela “como si la espesura de lo
inexplicable estuviese construyendo (...) una verdad agazapada durante toda una
vida”. En cuanto a la justicia, las circunstancias actúan previas a la
intervención humana que, sin embargo, es la única que puede saldar el balance
histórico.
Gabriela Alfie delinea un personaje sólido en su lucidez,
que arrastra las contradicciones propias de quien vivió engañado y moldea la
construcción de un imaginario que lo induce a la negación. Muy interesante para
tener en cuenta en estos tiempos en que el discurso hegemónico crea verdades
donde no las hay y oculta hábilmente la mentira. Algo así como lo que ocurría
en aquellos años oscuros.
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