Gstaad, 1996
Mirta Ovsejevich
Ediciones Del Dragón, 2018
Novela, 160 pp.
por Rubén Sacchi
Gstaad es una pequeña ciudad del sudoeste de Suiza. Una estación invernal donde vacaciona gente de altos recursos económicos. En la novela, esa palabra sumada a la fecha 1996 es apenas la referencia detrás de una fotografía. También es la historia de un joven, en ese período de la vida en que deja la adolescencia y, más allá de su crianza, siente la necesidad de convertirse en adulto. En ese derrotero, su historia y sus raíces pasan a ser fundamentales, como cimientos que sostengan la construcción de su identidad.
La única persona a la que puede acudir es a su madre, pero ella está demasiado ocupada de su propia vida para poder ocuparse de la de su hijo. Sin embargo, la necesidad de encontrarse con su pasado lo hará acudir a otros ámbitos, donde innumerables personajes matizarán este relato que, si bien se plantea en un estrato social que condiciona parámetros y posibilidades, es común al que atraviesan los jóvenes enfrentando sus miedos e inseguridades.
“Al tener todo, te falta la falta (...) te falta el deseo”, dice un artesano con dotes de filósofo, y esa realidad sintetiza el ambiente familiar en el que las necesidades, tanto materiales como afectivas, son atendidas con chequeras y tarjetas de crédito.
La novela es a la vez una muestra al desnudo de la alta burguesía, donde el trabajo no representa la preocupación cotidiana y donde muchas veces el día a día está marcado por el aburrimiento y el tedio que provoca esa sensación de quietud, carente de los sobresaltos que la vida conlleva y sólo puede ser alterado por el capricho.
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