Ciri, el buscapiel


Crónicas urbanas
Sergio L. Cirigliano
Editorial Galerna, 2009
Relato, 176 pp.

por Rubén Sacchi

Eter es un vocablo acuñado por los antiguos griegos: aithēr, que define al cielo y proviene de raíz la indoeuropea aydh, que significa fuego. No creo en las casualidades, pero que las hay, las hay, sino basta ver el maravilloso poder de síntesis de este bisilábico que unifica en sí mismo ambas caras de la eternidad.
El éter era el maravilloso fluido que respiraban los dioses en contraposición al pesado aire que alimenta los pulmones de los sufridos mortales y hasta el filósofo Aristóteles lo ubicaba por encima de los famosos cuatro elementos de la naturaleza en lo que denominaba el mundo supralunar. Pero hoy es una acepción cotidiana a la que debemos muchas cosas, desde ethernet hasta el mayor invento contra la soledad: la radio.
La radio es esa cajita mágica de la que salen música, sonidos y, por sobre todas las cosas, palabras. Palabras que cuentan, significan y resignifican; inducen, mienten y conmueven; forman e informan. Es uno de los pocos inventos que está al alcance de casi todos.
Escuchar un programa de radio genera un acercamiento entre emisor y oyente. Las voces se hacen tan cotidianas como la más familiar y hasta inventamos rostros que las contengan. Pero, para quienes venimos de las letras impresas, lo que sale del pequeño altavoz se pierde y vaga por ese inmenso e improbable espacio, es por eso que la aparición de libros como Ciri, el buscapiel es festejada con entusiasmo.
Sergio Cirigliano es docente de Producción en escuelas de periodismo y se desempeña como columnista de varios programas radiofónicos, entre ellos: Cuál es?, que transmite la FM Rock & Pop y conduce el popular Mario Pergolini. De la reunión de esas intervenciones surge este primer volumen. Ciri, alter ego del autor, es una mezcla extraña de psicólogo, filósofo y hasta esboza cierto vampirismo en el ritual de nutrirse de vidas ajenas para dar sustento a la propia. Su ropa consiste en las diferentes pieles con que se atavía y que trasunta en este interesante libro.
Los textos, presentados a manera de “guiones literarios”, abordan los temas más diversos haciendo desfilar al gitano Sandro, una estatua viviente, los desaparecidos y hasta un gato llamado Sandokán. Hay imaginación, ternura y magia, todas situaciones que confirman las palabras de Terencio: "...nada de lo humano me es ajeno".

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