Soldaditos de nadie
Autores varios
Puño y Letra, 2013
Ensayo, 362 pp.
por Rubén Sacchi
Un sistema donde una franja de la población vive a expensas del resto, necesita de determinadas armas para mantener esa relación dominante. Las armas pueden ser diversas, las hay engañosas y menos evidentes, como la publicidad, la prensa o el entramado de códigos que hacen al sistema jurídico. Las otras, las más explícitas, son las que sacan la vida de cuajo.
Entre estas últimas también pueden distinguirse estadios diferentes. Cuando el poder establecido entra en franca disputa con alguna fuerza que cuestiona su legitimidad y lo pone en jaque, apela al enfrentamiento en el plano armado, sin escatimar recursos.
Es así que puede instalarse una dictadura que, luego de eliminar a los actores más expuestos de la contienda, apelando a métodos reñidos con la naturaleza humana, vuelve las cosas a su estado anterior.
En épocas donde los disconformes no están organizados como fuerza en disputa, pero sí como elemento cuestionador, aplica lo que se denomina “control social”, que consiste en la eliminación selectiva, en menor escala, de los elementos que originan la perturbación.
En esos períodos, la represión llega no sólo de la mano de las instituciones estatales, también lo hace desde verdaderos paraejércitos reclutados, muchas veces, en el ámbito social donde se mueven sus víctimas y conviven con estas.
Considerado por la Policía y la Justicia como un “‘ajuste de cuentas entre traficantes de drogas’, sin que haya ninguna necesidad de explicar por qué surgieron ni quiénes los ayudaron a constituirse como ‘bandas armadas’”, el triple crimen de Villa Moreno, en Rosario, evidencia una oscura trama de complicidades entre el poder político, el judicial, las barras bravas y el narcotráfico.
Soldaditos de nadie apunta a desnaturalizar esa realidad, que no debiera cobrarse tantas vidas de pibes jóvenes de las capas más humildes de la sociedad. El caso de Jere, Mono y Patom es nada más que una muestra del cuestionamiento que se menciona más arriba. Tres militantes del Frente Popular Darío Santillán, una organización territorial que le pelea a las mafias del poder un espacio, donde los jóvenes encuentran un futuro más justo del que suele provenir de las cocinas donde se elabora ese veneno del futuro llamado paco.
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