Amaneceres en Jenin

Amaneceres en Jenin
Susan Abulhawa
Ediciones Nuevos Tiempos, 2014
Novela, 384 pp.

por Rubén Sacchi

A pocos días de haberse perpetrado otra impune matanza de palestinos en la Franja de Gaza, el libro de Susan Abilhawa nos muestra que sólo fue una más de las remakes que suele protagonizar Israel contra ese ancestral pueblo que vivía en paz hasta que “recibió la visita de la historia”.
La novela cuenta la vida de Amal y, a su través, la de varias generaciones que habitaron Ein Hod, una primitiva aldea al este de Haifa que vivía de los frutos de la tierra y en armonía con ella. Pero en ese relato es inevitable decir también cómo fue el establecimiento y desarrollo del sionismo y el genocidio palestino en sus manos, desde ya antes de la creación del Estado de Israel. Donde “Un segundo puede aplastar un cerebro y cambiar el curso de una vida”, porque “el año 1948 en Palestina cayó del calendario al exilio”. El lector crítico seguramente hallará comportamientos análogos a los de las más feroces dictaduras.
Su lectura no puede menos que producir pena y estupor, mientras transmite el sentimiento de rabia e impotencia que soporta aquel pueblo hasta hacerlo carne. Para expresarlo de manera más gráfica, puede condensarse en el aullido de una madre a la que le es arrebatado su bebé: “Si Dios existe, oyó el lamento”.
Repasa la crónica año tras año pero, mientras deviene la crueldad y la pérdida, también se anotan y describen las costumbres y cultura de los oprimidos, de manera tal que nos acerca a ellos haciendo que no parezcan tan lejanos y abstractos, que no sean sólo eso que rellena los noticieros de algún canal amarillista. Nos lleva a ver a esos semejantes como un reflejo posible, de tantos, en un mundo signado por el capitalismo y sus nefastas estrategias.
Para quienes trabajamos con la palabra, la valoramos y en ella vemos una herramienta eficaz para la unión de los seres humanos, muestra cómo la realidad puede reescribirlas y el vocablo ejemplo pierde su significado de arquetipo para convertirse en una joven víctima, un escarmiento para el resto. Las palabras “convertidas en despiadadas y crueles para ganar poder, a pesar de la razón o la historia”.
Jenin, un campo de refugiados donde las personas malviven hacinadas y rodeadas de metralla, es un ejemplo de resistencia. La autora nos dice: “En su voz había agonía suficiente para rasgar el cielo”, resta pensar ¿cuándo podrá rasgarse la tela de la injusticia?

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