El ciudadano
Florencia L. Ghio
Ediciones Deldragón, 2016
Novela, 240 pp.
por Rubén Sacchi
Franz Kafka dedicó buena parte de su talento a la crítica de las instituciones. Superando la catarsis, desarrolló verdaderos ensayos en los que evidenciaba los laberintos irresolubles de la justicia y mostraba a la ciudad como una maquinaria devoradora. De eso trata El ciudadano, una novela de la Patria Grande, que a veces no es más que una hermosa aspiración.
El libro cuenta las vicisitudes de un joven peruano, aspirante a poeta, que intenta escapar de su pequeño infierno hacia el espejismo de la metrópolis. Huye de una madre que “no le había dado la vida, lo había traído a ella para dejarlo librado a su propia suerte”, de la falta de horizonte, del flagelo de la droga. Buenos Aires exhibe, sin solución de continuidad, sus dos caras: la solidaria y la represiva.
El azar lo cruza con una defensora oficial que hará todo lo posible para sacarlo de la gran trampa burocrática donde las personas son fojas de un expediente y su salvación o su condena no pasan de ser un trámite más.
De una prosa cuidada, Ghio va armando la trama que termina por convertirse en la tela de araña donde, al decir del Martín Fierro, sólo se enredan los pobres.
Con una buena cuota de agnosticismo, propia de quien padece la injusticia cuestiona, en más de una oportunidad, la existencia divina. Ante la ignominia, interpela: “¿Era necesario? ¿Esa era Tu voluntad?” para, más adelante, concluir: “Evidentemente no estaba en los planes del Creador -si es que existía- que él fuera feliz”.
Por veraz, la historia deja un sabor amargo, desnudando un sistema inhumano que es menester cambiar.
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