Secreta
Lucila Cornejo
Editorial Vinciguerra, 2017
Novela, 360 pp.
por Rubén Sacchi
La autora se mueve en el mismo ambiente que en su anterior novela, Descalza, de lo que puede deducirse que se siente cómoda en ese mar amniótico que es la clase acomodada donde los seres humanos sufren iguales disyuntivas existenciales, con la diferencia de que no todos disponen de tiempo y recursos para atenderlas.
Mercedes, la protagonista, es una mujer adulta pero joven, en la que se manifiestan rasgos de lo más desagradables: egoísmo, ambición y ansias de poder. Si define al país, adhiere a las palabras de su madre: “estamos así porque en el fondo nadie quiere trabajar”. Por lo demás, derrocha un aire discriminador a cada paso, evidenciando una estética que privilegia a los “lindos” que, obviamente, son rubios y un doble estándar en el que el jefe con la secretaria es un viejo verde, pero no así el polista con la pequeña adolescente.
Su ideal de vida se vino en picada desde que su marido la abandonó con la hermana de su mejor amiga y un par de bebés mellizos, sin que mediara música de tango. A partir de allí, y tras la pérdida de su empleo, encuentra asidero económico en un misterioso personaje, mezcla de galán y cafishio, que la maneja a tiempo completo a cambio de muy buena paga, empleo que no dejaría “ni siquiera por sus hijos”.
Bajo el lema “A los ricos, el deber de lo bello, si no, merecen morir”, desea el mundo como un lugar “más estético” sin aclarar desde qué parámetros, hasta que se da cuenta que ese escenario es de “cartón pintado”. Mediante ese clic y tras una serie de fuertes acontecimientos, hay un giro en su pensamiento que busca una alternativa a su vieja visión de “todo a fin de cuentas en esta vida es negociable”.
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