La muchacha de Atamisqui

La muchacha de Atamisqui
Novela
Regina Novakosky
Ed. Cooperativa de Trabajo Cultural El Farol C.L., 2007. 180 pp.

por Eva De Bartolo

Esta novela de Regina Novakosky narra el período de la vida de Negrita desde que, apenas abandonada la niñez, viene a Buenos Aires a trabajar "cama adentro" escapando de la miseria de su Atamisqui natal. También es la historia de Silvia, quien la contrata para ayudarla en los quehaceres de la casa y el cuidado de su pequeña hija. Pero además es un recorrido por la historia argentina desde las primeras presidencias de Perón hasta los comienzos de la última dictadura militar, que atraviesa sus vidas de manera decisiva con su cuota de persecuciones y miedo manifestado en el clima cotidiano.
Estas dos mujeres, tan disímiles en su origen sociocultural tienen, sin embargo, un punto de contacto que las limita y encasilla: su condición femenina. Mientras Negrita no tiene otra posibilidad más que trabajar en el servicio doméstico, Silvia abandona sus estudios para mantener el hogar y permitir que Rafael, su esposo, dedique su tiempo completo a la militancia de izquierda. Ella deja todo lo que quiere y todo lo que le gusta, emparentándose así con todas sus hermanas de género, de cualquier nivel social y cultural. Rafael, a su vez, se dedica de lleno a la militancia, manteniendo concepciones rígidas que hacen que, en aras de la ortodoxia partidaria, coloque el dogma por encima de la razón de su lucha: los hombres y mujeres. Así, deja a su esposa sola a la hora de tomar decisiones fundamentales para la vida de la pareja. La percepción de la realidad de ambos va cambiando, produciéndose poco a poco un abismo entre los dos que se profundiza con el tiempo. Mientras ella batalla en el día a día del hogar, no acierta a encontrar una salida que le permita no ahogarse en la mediocridad diaria.
La muchacha de Atamisqui puede leerse también como un libro escrito desde el revés de la trama, es decir, desde la otra militancia, esa invisible que sostiene tanto desde los afectos como desde lo material, permitiendo que el otro pueda ganar la calle y dar la lucha de manera frontal, y que debería servir, además, para no perder de vista el objetivo humano del cambio, con todas las contradicciones que ello implica.
Quizás su lectura nos deje un cierto resabio amargo, pero señala la importancia del debate permanente.

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