El círculo de tiza caucasiano
De Bertolt Brecht
Martes: 20hs.
Teatro IFT
Bulogne Sur Mer 549, CABA
por Rubén Sacchi
“Lo que existe debe pertenecer a aquellos/ que para eso
valen./ Los niños para que florezcan a las madrecitas./ Los coches para los
buenos cocheros,/ para viajar bien./ Y el valle a los que lo riegan,/ para que
dé frutos”.
Con este canto termina la obra de Bertolt Brecht que Manuel Iedvabni versionó
para esta puesta. En él se sintetiza la ideología del autor y se da razón al
final de la obra.
En la pieza, el
director interpreta profundamente el espíritu brechtiano; ningún elemento queda
fuera del distanciamiento. En ella, los actores mudan de personaje, la
escenografía se monta y desmonta a la vista y cualquier elemento puede servir
como analogía: unas tablas como puente, una tela como lago y un evidente muñeco
de trapo como niño, objeto central de la historia. Todo grita: ¡No lo crean, esto es ficción… esto es
teatro!
Resulta así, porque
Brecht elaboró su propia escuela teatral, muy diferente a la tradicional
aristotélica, desarrollada por Konstantin Stanislavski, basada en el
ensimismamiento del público al identificarse con los personajes, o la radical
surrealista experimentada por Antonin Artaud. Brecht esperaba que el espectador
llevara algo de esa experiencia, que no hiciera catarsis y volviera a su casa
con la cabeza vacía. El teatro debía ser una herramienta más para la
transformación política y social del individuo.
La versión elimina la
introducción, donde unos campesinos en disputa por las tierras recuerdan una
vieja historia y toma ese relato como conflicto único, aunque el problema de la
tierra y la propiedad subyace en todo el texto ya que, más allá de la anécdota,
el autor siempre provocaba planteos concretos al público. En este caso, la
cuestión es ¿de quién es la tierra? y ¿de quién son los hijos?
La representación se inicia
con una revuelta en la Georgia feudal que termina con la vida del gobernador y
la huida de su esposa que, en medio de la urgencia, abandona a su bebé. El niño
es rescatado y cuidado por Grusche Vachnadze, una criada, que lo traslada a una
aldea vecina y es perseguida por las tropas del príncipe. Tras infinidad de
peripecias, la mujer es descubierta y debe dirimir en juicio la tenencia del
niño frente a la madre biológica. El juez Azdak, un borracho
proveniente del pobrerío, decide resolver la cuestión mediante el círculo de
tiza.
La resolución es contraria a toda la tradición al respecto, desde el bíblico juicio salomónico hasta el drama del Siglo XIV del chino Li Hsing Tao, El círculo de tiza, en el que Brecht se basó. En el final, según palabras del autor, “lo que se dilucida no es el derecho de la criada sobre el niño, sino el derecho del niño a una madre mejor”.
La resolución es contraria a toda la tradición al respecto, desde el bíblico juicio salomónico hasta el drama del Siglo XIV del chino Li Hsing Tao, El círculo de tiza, en el que Brecht se basó. En el final, según palabras del autor, “lo que se dilucida no es el derecho de la criada sobre el niño, sino el derecho del niño a una madre mejor”.
Cuenta Manuel
Iedvabni: “Mi abordaje a la obra de
Brecht comenzó de muy joven y cuando el autor aún vivía (“La condena de
Luculus”) en 1954. Continúo con otros diez espectáculos que incluyen “La
resistible ascensión de Arturo Ui”, “Santa Juana de los mataderos”, “La buena
persona de Se-Chuan”, etc. En 1982 comencé a trabajar en “El círculo de tiza
caucasiano” en un seminario que organicé para poner en escena la pieza. La
estrenamos en junio de 1983 a pocos meses de la entrega del poder por parte de
la dictadura militar de entonces. La escenografía y el vestuario eran de Gastón
Breyer y Nereida Bar. Quise ahora rendirles un homenaje a aquellos grandes
creadores que ya no están con nosotros, procurando reproducir su trabajo que aun
hoy me parece maravilloso. Una nueva mirada de la obra reclamaba sí una música
original que quedó a cargo de Esteban Morgado, quien ya había colaborado
conmigo en la puesta de 1983. Brecht consideró siempre su proyecto estético
como el comienzo de un intento que pretendía que fuera experimentado y
enriquecido por otros teatristas. Su legado está resumido en esta frase: “No
quiero para mí, lápida alguna, pero si alguna van a hacerme me gustaría que
dijera: ‘Hizo propuestas que fueron tenidas en cuenta’”.
Es evidente que el
director tiene sobrada experiencia en la obra del dramaturgo alemán y así lo
demuestra. Lleva la razón sobre el sentimiento; expone al hombre como un ser social
y a su acción como proceso dialéctico. El humor es una constante que pone el drama en un plano subalterno. Los actores hacen gala de
profesionalismo y versatilidad, pudiendo rotar sus roles dúctilmente. También
exhiben dotes musicales y para el canto, que hacen las delicias del espectador.
La escenografía y las
luces, propias del teatro épico, refuerzan la estética que la puesta pretende, completando
el todo un vestuario adecuado y de detalles cuidados. En síntesis, una
experiencia para no perder. Buena propuesta para trabajar las ideas en épocas
en que la uniformidad y la pereza de pensamiento amenazan abarcarlo todo. Aquí se
encontrarán con un nuevo paradigma donde las resoluciones pueden ser múltiples.
FICHA
TÉCNICA
Autoría:
Bertolt Brecht
Versión y
traducción: Manuel Iedvabni
Actúan: Dana
Basso, Cristina Sallesses, Roxana Del Greco, Gabriel Dopchiz, Matías Sebastián
Tisocco, Pablo Flores Maini, María Marta Guitart, Ariel Levenberg, Rodrigo
Pagano, Juan Manuel Romero, Gustavo Siri.
Cantante:
María Marta Guitart
Músicos:
Gabriel Dopchiz, Matías Sebastián Tisocc, Pablo Flores Maini, Rodrigo Pagano.
Diseño de
escenografía: Gastón Breyer
Diseño de
Luces: Roberto Traferri
Diseño de
Vestuario: Nereida Bar, Verónica Segal
Diseño
Gráfico /Colaboración artística: Leila Gramajo, Wilfredo Parra
Realización
de Vestuario: Patricio Delgado, Susana Hidalgo
Fotografía
de ensayos: Vicky Elmo
Prensa:
Marcos Mutuverría - DucheZarate
Productor
ejecutivo: Pato Rébora
Director
Asistente: Pablo Flores Maini
Música
original: Esteban Morgado
Dirección
musical: Esteban Morgado
Dirección
general y puesta en escena: Manuel Iedvabni
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