Sombra vana
Jane Hervey
La Bestia Equilátera, 2017
Novela, 272 pp.
por Rubén Sacchi
“Ciertamente el hombre pasa como una sombra vana, y así en
vano se conturba: atesora y no sabe para quién congregará aquellas cosas”. Las
palabras del clérigo ante el féretro de Alfred Winthorpe expresan la idea que
da título al libro.
En una situación de lo más sencilla y cotidiana, como lo es
la muerte de un anciano, la autora despliega una inteligente trama de intereses
y actitudes que van marcando el ritmo del relato. La desaparición física del
jefe de la familia, un ex-militar que no era precisamente muy amado, no implica
su ausencia total, ya que su fantasma parece seguir allí y su voluntad se
agiganta en la firmeza de su testamento, mediante el que sigue manejando los
destinos del grupo.
Esa circunstancia deja aflorar una infinidad de conflictos
no resueltos, donde juegan los celos, las infidelidades y los desencuentros de
pareja. Todo en medio de un clima denso, en el que lo económico domina y las
diferencias de clase social se muestran evidentes.
El industrial y ensayista francés Auguste Detoeuf, dijo: “Un
buen entierro no se improvisa: es preciso consagrarle la vida entera”. Un
sarcasmo muy cierto, aunque en la novela todo se le dedica después. La historia
se precipita desde ese punto y se disponen los preparativos para la despedida
que durará cuatro días y en los que todo se desarrolla y revela.
Ante lo inapelable, hay una reflexión de la pérdida: “Su
rostro estaba lleno de dolor (...) no por lo que había perdido, sino por lo que
nunca había tenido la fuerza de buscar”; también la hay del desamparo: “Aquello
era el fin. El pasado estaba muerto y sellado en esa caja de madera. (...) los
viejos tiempos se alejaban para siempre”. La muerte del coronel representa magníficamente la transición de dos épocas, es un ícono de ruptura. Un parto, doloroso como todos, pero necesario para dar oportunidad a una vida nueva.
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