El agua ardiente
Eduardo Silveyra
Expreso Nova Ediciones, 2018
Novela, 64 pp.
por Rubén Sacchi
En 1974, Invisible, la banda liderada por Luis Alberto Spinetta, editaba su primer L.P. Tanto era el cuidado que el Flaco ponía en los trabajos, que el vinilo tenía adosado a su funda interior un disco pequeño, de los llamados simples. El adujo que la obra era más extensa que lo que cabía en ese formato, pero que le resultaba indivisible, por eso el apéndice. Pareciera ser el caso de El agua ardiente, casi un capítulo faltante -para ser más actual un bonus track- de El baile de la yegua, editado en 2017. La analogía no es caprichosa, porque estamos frente a un libro de rock & roll y cultura canabística.
Entre uno y otro trabajo no hay solución de continuidad. Uno sucede al otro sin saltos de escenario, de situación ni de personajes. El lenguaje se mantiene desenfadado en el afán de desacartonar mitos y el mármol de la historia se mezcla con las inalienables libertades individuales: libre consumo de narcóticos y diversidad de tendencias amatorias.
Un personaje turbio, El Editor, refleja la dura realidad del escritor, pero al final es burlado, dejando la firme idea de que las riquezas de cualquier orden pertenecen a quienes las producen.
Las escenas rayan el surrealismo y reina la fantasía. Silveyra sostiene la teoría de que, en la costa ribereña de La Boca y dentro del peronismo, todo es posible. Allí el dolor y la muerte, como atada su suerte a una veleta, pueden viran según los vientos del ánimo y la esperanza. Hay un velorio, pero sucede la fiesta.
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