Prohibido morir aquí
Elízabeth Taylor
La Bestia Equilátera, 2018
Novela, 256 pp.
por Rubén Sacchi
Que todos nacemos y morimos solos no es algo nuevo, pero ¿qué pasa en medio de esos dos extremos? Prohibido morir aquí no lo responde, pero acerca una idea de eso que llamamos vida cuando se aproxima a su final.
Desde las primeras páginas nos adentramos a un tratado acerca de la soledad y de cómo combatirla o engañarla, si eso fuese posible. También del desamor y lo relativo de los vínculos familiares.
La economía de ambientes en que transcurre la historia es la perfecta metáfora de la vida en la ancianidad y la reducción que sufre la propia movilidad. El Claremont, hotel donde se desarrolla la crónica, hace las veces de antesala del tan temido geriátrico en donde, quienes atraviesan ese tramo de la vida, exprimen sus últimas horas de cuasi libertad que en aquel establecimiento perderían.
Cada uno con sus miserias y sus virtudes cargadas a cuestas en la mochila de la existencia, construyen una trama de pequeños conflictos, que subyacen las cuestiones en apariencia banales, abonadas por conversaciones frívolas con las que transcurrir el tiempo que, aunque veloz hacia el seguro abismo, se insinúa relativamente inmóvil.
Taylor trabaja con exquisitez el perfil de los personajes, que se van delineando a través de las capítulos. El ansioso, el desinhibido, el alcohólico o el xenófobo se darán cita en las instalaciones del hospedaje. La protagonista, intenta superar esas mezquindades y la relación con un joven escritor es su válvula de escape.
Temáticas interesantes, tales como la obsolescencia de la monarquía; los derechos de los inmigrantes; la tecnología y los medios audiovisuales, así como también la economía y el patriarcado, son tratados con sutileza y acompañan un relato entrañable, donde la dignidad prevalece frente a toda adversidad, llevando a reflexionar sobre ese trayecto que todos alguna vez transitaremos, mal que nos pese.
Quiero tener todas las noches esos sueños
Quiero tener todas las noches esos sueños
Mirta Ovsejevich
Ediciones Deldragón, 2018
Novela, 84 pp.
por Rubén Sacchi
Aparecida en simultáneo con su otro trabajo, Gstaad, 1996, esta nouvelle de Ovsejevich es mucho más intimista, como contada en voz baja.
Se estructura inteligentemente como un diario íntimo víctima de un fuerte viento que hubiera revuelto sus hojas y que, al compaginarlas, el escriba hubiese mezclado algunas de ellas.
Cada entrada, la protagonista denuncia tener cierta edad, pero esa suerte de entrecruzamiento la lleva y trae, ora hacia el pasado, ora hacia el futuro, y es el lector quien va componiendo el itinerario correcto.
Los saltos suelen darse dentro de una misma franja generacional, recurso que nos lleva a ir insertando vivencias hasta afirmar una etapa.
En la historia se intuye un gran componente autobiográfico y otra buena dosis de fantasía, aunque describe una vida posible, quizás una proyección de la propia hacia una longevidad apacible. Deseo de la gran mayoría de los mortales.
Hacia la llamada tercera edad, los saltos son hacia adelante, a veces bruscos, como si los años viniesen en alud. No hay retroceso que los frene en su carrera. Entonces, la autora apela a ese comodín que sabemos que está en el mazo y puede salvarnos la partida. Esa carta mágica son los recuerdos, para Mirta vienen en forma de sueños.
Mirta Ovsejevich
Ediciones Deldragón, 2018
Novela, 84 pp.
por Rubén Sacchi
Aparecida en simultáneo con su otro trabajo, Gstaad, 1996, esta nouvelle de Ovsejevich es mucho más intimista, como contada en voz baja.
Se estructura inteligentemente como un diario íntimo víctima de un fuerte viento que hubiera revuelto sus hojas y que, al compaginarlas, el escriba hubiese mezclado algunas de ellas.
Cada entrada, la protagonista denuncia tener cierta edad, pero esa suerte de entrecruzamiento la lleva y trae, ora hacia el pasado, ora hacia el futuro, y es el lector quien va componiendo el itinerario correcto.
Los saltos suelen darse dentro de una misma franja generacional, recurso que nos lleva a ir insertando vivencias hasta afirmar una etapa.
En la historia se intuye un gran componente autobiográfico y otra buena dosis de fantasía, aunque describe una vida posible, quizás una proyección de la propia hacia una longevidad apacible. Deseo de la gran mayoría de los mortales.
Hacia la llamada tercera edad, los saltos son hacia adelante, a veces bruscos, como si los años viniesen en alud. No hay retroceso que los frene en su carrera. Entonces, la autora apela a ese comodín que sabemos que está en el mazo y puede salvarnos la partida. Esa carta mágica son los recuerdos, para Mirta vienen en forma de sueños.
La mediocridad y su dones
La mediocridad y sus dones
Mariano Díaz Barbosa
Ediciones Lacre, 2018
Novela, 246 pp.
por Rubén Sacchi
Como es común a toda su obra, Díaz Barbosa ahonda en las profundidades del alma humana y vuelve a teorizar sobre el hecho artístico. Tal como escribiera en su libro Diáspora, sólo “excavando entre el asco y la nada”, el artista logra hallar la iluminación, aunque ésta lo lleve al abismo.
La novela cuenta la historia de un pintor marginal, entrado en años, que asume su “locura por exceso de racionalidad”, su vínculo con la que devendría su musa inspiradora; el hallazgo de su verdad artística y su desbarranco.
En el medio, una cantidad de relaciones que van desde las humanas a las de mercado, referidas con un lenguaje particular que aborda lo descriptivo desde cierta transgresión del standard narrativo, por momentos recordando la prosa de Néstor Sánchez.
Hay un fino trabajo en el detallar qué ocurre en un lugar y en un instante determinados, con precisión de cirujano. Cada elemento y hasta las luces y las sombras cobran protagonismo. La historia es muy visual y sus descripciones cromáticas, propias de un artista plástico. Cada objeto conlleva una analogía figurativa, donde el marco de una puerta tiene “grietas como várices” y transcurren “los minutos cayendo como costras”, llevando a que la metáfora otorgue una carga extra de dramatismo.
La historia es una tragedia de amor, de muerte y de locura. Una dolencia que no termina de definirse, pero puede interpretarse como la enfermedad de la vida, que sólo admite una terapia de curación. El protagonista asume que la verdad del alma es la más grande de todas las mentiras y que “el infinito no puede ser completo. La perfección no puede detenerse. Si lo hace, está perdida”.
Mariano Díaz Barbosa
Ediciones Lacre, 2018
Novela, 246 pp.
por Rubén Sacchi
Como es común a toda su obra, Díaz Barbosa ahonda en las profundidades del alma humana y vuelve a teorizar sobre el hecho artístico. Tal como escribiera en su libro Diáspora, sólo “excavando entre el asco y la nada”, el artista logra hallar la iluminación, aunque ésta lo lleve al abismo.
La novela cuenta la historia de un pintor marginal, entrado en años, que asume su “locura por exceso de racionalidad”, su vínculo con la que devendría su musa inspiradora; el hallazgo de su verdad artística y su desbarranco.
En el medio, una cantidad de relaciones que van desde las humanas a las de mercado, referidas con un lenguaje particular que aborda lo descriptivo desde cierta transgresión del standard narrativo, por momentos recordando la prosa de Néstor Sánchez.
Hay un fino trabajo en el detallar qué ocurre en un lugar y en un instante determinados, con precisión de cirujano. Cada elemento y hasta las luces y las sombras cobran protagonismo. La historia es muy visual y sus descripciones cromáticas, propias de un artista plástico. Cada objeto conlleva una analogía figurativa, donde el marco de una puerta tiene “grietas como várices” y transcurren “los minutos cayendo como costras”, llevando a que la metáfora otorgue una carga extra de dramatismo.
La historia es una tragedia de amor, de muerte y de locura. Una dolencia que no termina de definirse, pero puede interpretarse como la enfermedad de la vida, que sólo admite una terapia de curación. El protagonista asume que la verdad del alma es la más grande de todas las mentiras y que “el infinito no puede ser completo. La perfección no puede detenerse. Si lo hace, está perdida”.
Rojos globos rojos
Rojos
globos rojos
de Eduardo Pavlovsky
Centro Cultural de la Cooperación
Floreal Gorini
Av. Corrientes 1543, CABA
Sábados 20:30 hs
por Rubén Sacchi
La luz cae sobre dos mujeres, las
Popis; su aspecto anacrónico nos remonta al viejo varieté. Entre ellas, emerge
la figura de El Cardenal, ataviado como un maestro de ceremonias circense.
Ellos vienen a contar la difícil situación que atraviesa la pequeña sala
teatral Globos Rojos por culpa de la crisis económica y social imperante. El
teatro tiene sus cuentas en rojo y, de no mediar una pronta solución, deberá
cerrar sus puertas.
El texto deviene en lo personal. La
alocución adopta un carácter íntimo y los personajes van a ir relatando sus
vivencias, miedos, proyectos y frustraciones, con evidentes guiños a otros
trabajos del notable dramaturgo (La muerte de Margarite Duras; Cerca;
Paso de dos y Cámara lenta), recurso más que válido si consideramos la obra de
Pavlovsky como un todo que se interreferencia de manera permanente.
Buena
parte de los escritos del autor ejercitaron una feroz crítica al posmodernismo.
Rojos globos rojos se ubica en el
centro de la serie, como bastión simbólico contra la banalización de la cultura
y la vida misma. El autor escribió: “una cierta ideología que se relaciona
con la micropolítica de El Cardenal (…) con una manera de percibir el mundo
hoy, pero con una estética diferente”.
El conflicto evidente de los actores encierra
otros subyacentes, que hacen a su propia vida y se exhiben como universales:
la sinrazón de la vida, la soledad y el vacío en un mundo donde,
paradójicamente, lo único real es la ficción. Una frase de El Cardenal lo
resume todo: “No
actuar significa morir de vacío”.
La puesta de
Forteza especula con un esquema semi estático, de escasos movimientos de cuadro,
que pone toda la dinámica en un parlamento shockeante y un juego de luces excelente
y muy preciso. La crudeza del texto se apoya en “crear líneas de fuga, escapando siempre de los territorios duros”, al decir del filósofo y psicoanalista francés Félix Guattari; todo
acompañado por una música sobria y un vestuario adecuado.
Pavlovsky decía: "Vivimos en una cultura donde las caras, las imágenes, nos atrapan
independientemente de lo que digan”. Por eso, secundando la palabra, el lenguaje
gestual cobra una dimensión fundamental que los actores utilizan con destreza.
Los sutiles gestos y miradas permanentes refuerzan o contradicen los dichos de
El Cardenal y llevan al espectador atento a poner la dosis de dramatismo en
cada frase.

Elenco:
Jorge Lorenzo: El Cardenal
Lorena Penón y Gabriela Perera: Las Popis
Equipo:
Vestuario: Mario Pera
Música
original: Elena Avena
Fotografía: Sebastián Ochoa
Diseño de luces: Horacio Novelle
Prensa: Alfredo Monserrat
Adaptación,
dirección y puesta en escena: Christian
Forteza.
Los guantes de Zaratustra
Los guantes de Zaratustra
Luis Duarte
Editorial HincoHe, 2018
Cuento, 220 pp.
por Rubén Sacchi
El autor nos acerca un manojo de cuentos y propone lo que él denomina dos máximas. Sentencias que resumirían el contenido del libro y las agrega al final, como una suerte de apéndice. De ese compendio, hago a la vez mi síntesis: habla de, y propone, la liberación.
Héctor Oscar Auger, su prologuista, dice que “Duarte juega, y en muchos casos por el simple juego de jugar a jugar”. Ese juego de palabras nos lleva a analogarlo como una ecuación matemática, en la que se cumple el teorema de “menos por menos en igual a más”, en el presente caso jugar a jugar equivale a hablar en serio.
Hay cuentos simpáticos, emotivos y hasta desopilantes. También los hay entrañables, como El mundo de Sofía, donde se expone en toda su dimensión la labor de estímulo que ejercen los docentes ante el potencial de los infantes.
Abundante en citas nos recuerda, en palabras de Friedrich Nietzsche, que “la única grandeza del hombre consiste en ser un puente y no una meta”. En consonancia, el padre de Raúl, en Color púrpura, dice de la muerte: “Hay que dejar de tratarla como si fuera real”. Y aquí otra vez aparece lo serio como lúdico.
Los guantes de Zaratustra, abundante en humor, es un libro que invita a pensar y tiene actualidad, o quizás sean aplicables a todos los tiempos las ideas del protagonista de La confianza de Luperca: “Si la masa naturaliza aquello que aborrece, entonces, está condenada a vagar entre las garras de las bestias”. Que así no sea.
Luis Duarte
Editorial HincoHe, 2018
Cuento, 220 pp.
por Rubén Sacchi
El autor nos acerca un manojo de cuentos y propone lo que él denomina dos máximas. Sentencias que resumirían el contenido del libro y las agrega al final, como una suerte de apéndice. De ese compendio, hago a la vez mi síntesis: habla de, y propone, la liberación.
Héctor Oscar Auger, su prologuista, dice que “Duarte juega, y en muchos casos por el simple juego de jugar a jugar”. Ese juego de palabras nos lleva a analogarlo como una ecuación matemática, en la que se cumple el teorema de “menos por menos en igual a más”, en el presente caso jugar a jugar equivale a hablar en serio.
Hay cuentos simpáticos, emotivos y hasta desopilantes. También los hay entrañables, como El mundo de Sofía, donde se expone en toda su dimensión la labor de estímulo que ejercen los docentes ante el potencial de los infantes.
Abundante en citas nos recuerda, en palabras de Friedrich Nietzsche, que “la única grandeza del hombre consiste en ser un puente y no una meta”. En consonancia, el padre de Raúl, en Color púrpura, dice de la muerte: “Hay que dejar de tratarla como si fuera real”. Y aquí otra vez aparece lo serio como lúdico.
Los guantes de Zaratustra, abundante en humor, es un libro que invita a pensar y tiene actualidad, o quizás sean aplicables a todos los tiempos las ideas del protagonista de La confianza de Luperca: “Si la masa naturaliza aquello que aborrece, entonces, está condenada a vagar entre las garras de las bestias”. Que así no sea.
Paso de dos
Paso de dos
de Eduardo Pavlovsky
Centro Cultural de la Cooperación
Corrientes 1543, CABA
Viernes 22:30 hs
por Rubén Sacchi
"Estoy habitado; hablo a los que fui y los que fui me hablan", comienza el poema Los que fui, del belga Henri Michaux, que describe el desfile de personajes que cada quien crea a lo largo de la vida y que lo interpelan permanentemente. Es que todos nuestros actos, reales o imaginarios, se van a alojar en ese sitio de la psiquis al que llamamos conciencia.
La cultura represiva, por su misma naturaleza, engendra todo tipo de perversiones. Sobre todo las que derivan del poder que se ejerce sobre los demás. Frecuentemente, es el cuerpo el teatro de operaciones donde estas pasiones enfermizas actúan con saña.
Eduardo Pavlovsky dedicó buena parte de su obra a representar diferentes situaciones, inherentes a la última dictadura militar y las relaciones entre torturado y torturador, pero que pueden asimilarse a otros ámbitos y actores ya que, para que se instale el terror general, es imperiosa la existencia de terroristas nominales y de multitudes que lo observen, si no con beneplácito, con silencio cómplice.
Paso de dos propone múltiples lecturas de la relación entre un hombre y una mujer, en la que éste posee el monopolio de la violencia y la dominación, pero se topa con una actitud que escapa a su comprensión -lo que suele suceder con todo acto de resistencia- y lo acorrala en la incertidumbre, desmoronando su estrategia de control. Esa mujer que habita su conciencia lo pone en tensión dialéctica entre la que fue (su pasado) y la que probablemente es o hubiese sido (su presente), cuestión que es incapaz de resolver.
La adaptación notable de Sebastián Berenguer cuenta con muy buenas actuaciones de un elenco que se pone al hombro la difícil tarea de sacar al frente una obra hermética y de complejo parlamento. En su desarrollo, no sólo la palabra prevalece, también los silencios cobran gran fuerza cuando los que hablan son la mirada y los gestos.
En la faz técnica, se destaca una iluminación bien trabajada, a veces plena y por momentos escamoteada, para que el espectador acabe con la composición del cuadro en su imaginación. Acompaña un sonido adecuado y sugerente, todo sobre la escenografía sobria de un departamento.
Una excelente propuesta en la que El entenderá, tras la aparición de Ella que, como concluye el poema de marras, "Nunca se está solo en su pellejo".
Elenco:
María Fernández Vocos
Marcelo Melingo
Paula Morales
Equipo:
Vestuario: Vera Rinaldi
Escenografía: Héctor Calmet
Diseño de luces: Matías Noval
Música original: Martín Pavlovsky
Fotografía: Sebastián Ochoa
Diseño gráfico: Mano Leyrado
Asistencia de dirección: Carolina Peralta
Producción ejecutiva: Sebastián Berenguer, Horacio David
Dirección: Sebastián Berenguer
de Eduardo Pavlovsky
Centro Cultural de la Cooperación
Corrientes 1543, CABA
Viernes 22:30 hs
por Rubén Sacchi
"Estoy habitado; hablo a los que fui y los que fui me hablan", comienza el poema Los que fui, del belga Henri Michaux, que describe el desfile de personajes que cada quien crea a lo largo de la vida y que lo interpelan permanentemente. Es que todos nuestros actos, reales o imaginarios, se van a alojar en ese sitio de la psiquis al que llamamos conciencia.
La cultura represiva, por su misma naturaleza, engendra todo tipo de perversiones. Sobre todo las que derivan del poder que se ejerce sobre los demás. Frecuentemente, es el cuerpo el teatro de operaciones donde estas pasiones enfermizas actúan con saña.
Eduardo Pavlovsky dedicó buena parte de su obra a representar diferentes situaciones, inherentes a la última dictadura militar y las relaciones entre torturado y torturador, pero que pueden asimilarse a otros ámbitos y actores ya que, para que se instale el terror general, es imperiosa la existencia de terroristas nominales y de multitudes que lo observen, si no con beneplácito, con silencio cómplice.
Paso de dos propone múltiples lecturas de la relación entre un hombre y una mujer, en la que éste posee el monopolio de la violencia y la dominación, pero se topa con una actitud que escapa a su comprensión -lo que suele suceder con todo acto de resistencia- y lo acorrala en la incertidumbre, desmoronando su estrategia de control. Esa mujer que habita su conciencia lo pone en tensión dialéctica entre la que fue (su pasado) y la que probablemente es o hubiese sido (su presente), cuestión que es incapaz de resolver.
La adaptación notable de Sebastián Berenguer cuenta con muy buenas actuaciones de un elenco que se pone al hombro la difícil tarea de sacar al frente una obra hermética y de complejo parlamento. En su desarrollo, no sólo la palabra prevalece, también los silencios cobran gran fuerza cuando los que hablan son la mirada y los gestos.
En la faz técnica, se destaca una iluminación bien trabajada, a veces plena y por momentos escamoteada, para que el espectador acabe con la composición del cuadro en su imaginación. Acompaña un sonido adecuado y sugerente, todo sobre la escenografía sobria de un departamento.
Una excelente propuesta en la que El entenderá, tras la aparición de Ella que, como concluye el poema de marras, "Nunca se está solo en su pellejo".
Elenco:
María Fernández Vocos
Marcelo Melingo
Paula Morales
Equipo:
Vestuario: Vera Rinaldi
Escenografía: Héctor Calmet
Diseño de luces: Matías Noval
Música original: Martín Pavlovsky
Fotografía: Sebastián Ochoa
Diseño gráfico: Mano Leyrado
Asistencia de dirección: Carolina Peralta
Producción ejecutiva: Sebastián Berenguer, Horacio David
Dirección: Sebastián Berenguer
Idiota Útil - Maquillaje (breve absurdo nacional)
Idiota Útil
De Marcelo Galliano
Maquillaje (breve absurdo nacional)
De Daniel Cinelli
Teatro La Máscara. Piedras 736, CABA.
Sábados 18:00 hs.
por Eva Candendo
En el marco del ciclo Teatro Desocupado, se estrenaron el sábado 6 de octubre pasado, en el teatro La Máscara, dos obras breves: Idiota útil, de Marcelo Galliano, y Maquillaje (breve absurdo nacional) de Daniel Cinelli.
El ciclo comenzó en el año 2017 con la finalidad de dar a conocer la otra cara de la moneda social, de mostrar los males que, a partir de la llegada de este gobierno que se dice neoliberal y que el doctor René Favaloro llamaría neofeudal, pero al que simplemente podríamos denominar capitalista salvaje, se suceden día a día dejando sumergido al pueblo en la desocupación y la miseria. Frente al desprecio de los poderosos, Teatro Desocupado se define como una barricada teatral, para mostrar lo que los medios “desinformativos” ocultan.
Al igual que Teatro Abierto, quienes asumieron la tarea de poner sobre el tapete las injusticias sociales, especialmente en lo relativo a la falta de trabajo, porque ellos mismos se definen trabajadores, son hombres y mujeres de coraje, en estos tiempos en que se avanza de manera brutal sobre el estado de derecho, y se reprime a quien piense distinto y además sea capaz de expresarlo. El Gran Hermano nos vigila.
En Idiota útil, la más breve de las dos piezas teatrales, una pareja sufre por su hijo, enfermo de violencia, al que no han podido tratar porque, como dice el padre, los pobres no tienen acceso a la salud. Sin embargo, esa violencia no parece ser sólo patrimonio del joven, sino consecuencia de una sociedad desigual en la que el elemental derecho a ganarse el pan le está vedado. Y no sólo eso, sino que, en un desenlace terrible y humillante, el poder se aprovecha y usa en su beneficio la desgracia ajena.
Maquillaje (breve absurdo nacional) es una obra que comienza con mucho humor y al ir desarrollándose aparecen diferentes características sociales, diferentes necesidades que llevan al individualismo y al sálvese quien pueda. La figura de la Patria, agonizante pero no muerta, les devuelve la fe y la unidad en la lucha.
Las actuaciones son parejas en calidad y demuestra que los actores están compenetrados, no sólo con los textos sino con las ideas y sentimientos de sus personajes. Actores, actrices, directores y dramaturgos son trabajadores comprometidos con su tiempo, luchadores contra las injusticias sociales y a favor de una cultura para todos, inmersos en la realidad que les toca vivir. Muy buenas la iluminación y la música.
Excelente ejemplo de La Máscara y su director Norberto Gonzalo, que estuvieron siempre al servicio del teatro de y para el pueblo.
Ficha Técnica:
Idiota Útil
Dramaturgia: Marcelo Galliano
Actúan: Roberto Gianelli y Corina Mangino
Asistente de dirección: Luis Latella
Dirección: Walter Ferreyra Ramos
Maquillaje (breve absurdo nacional):
Dramaturgia: Daniel Cinelli
Actúan: Pablo Palacio, Víctor Anakarato, Patricio Gonzalo, Eleonora de Rueda
Música: Gerardo Amarante
Asistente de dirección: Luis Latella
Dirección: Norberto Gonzalo
De Marcelo Galliano
Maquillaje (breve absurdo nacional)
De Daniel Cinelli
Teatro La Máscara. Piedras 736, CABA.
Sábados 18:00 hs.
por Eva Candendo
En el marco del ciclo Teatro Desocupado, se estrenaron el sábado 6 de octubre pasado, en el teatro La Máscara, dos obras breves: Idiota útil, de Marcelo Galliano, y Maquillaje (breve absurdo nacional) de Daniel Cinelli.
El ciclo comenzó en el año 2017 con la finalidad de dar a conocer la otra cara de la moneda social, de mostrar los males que, a partir de la llegada de este gobierno que se dice neoliberal y que el doctor René Favaloro llamaría neofeudal, pero al que simplemente podríamos denominar capitalista salvaje, se suceden día a día dejando sumergido al pueblo en la desocupación y la miseria. Frente al desprecio de los poderosos, Teatro Desocupado se define como una barricada teatral, para mostrar lo que los medios “desinformativos” ocultan.
Al igual que Teatro Abierto, quienes asumieron la tarea de poner sobre el tapete las injusticias sociales, especialmente en lo relativo a la falta de trabajo, porque ellos mismos se definen trabajadores, son hombres y mujeres de coraje, en estos tiempos en que se avanza de manera brutal sobre el estado de derecho, y se reprime a quien piense distinto y además sea capaz de expresarlo. El Gran Hermano nos vigila.
En Idiota útil, la más breve de las dos piezas teatrales, una pareja sufre por su hijo, enfermo de violencia, al que no han podido tratar porque, como dice el padre, los pobres no tienen acceso a la salud. Sin embargo, esa violencia no parece ser sólo patrimonio del joven, sino consecuencia de una sociedad desigual en la que el elemental derecho a ganarse el pan le está vedado. Y no sólo eso, sino que, en un desenlace terrible y humillante, el poder se aprovecha y usa en su beneficio la desgracia ajena.
Maquillaje (breve absurdo nacional) es una obra que comienza con mucho humor y al ir desarrollándose aparecen diferentes características sociales, diferentes necesidades que llevan al individualismo y al sálvese quien pueda. La figura de la Patria, agonizante pero no muerta, les devuelve la fe y la unidad en la lucha.
Las actuaciones son parejas en calidad y demuestra que los actores están compenetrados, no sólo con los textos sino con las ideas y sentimientos de sus personajes. Actores, actrices, directores y dramaturgos son trabajadores comprometidos con su tiempo, luchadores contra las injusticias sociales y a favor de una cultura para todos, inmersos en la realidad que les toca vivir. Muy buenas la iluminación y la música.
Excelente ejemplo de La Máscara y su director Norberto Gonzalo, que estuvieron siempre al servicio del teatro de y para el pueblo.
Ficha Técnica:
Idiota Útil
Dramaturgia: Marcelo Galliano
Actúan: Roberto Gianelli y Corina Mangino
Asistente de dirección: Luis Latella
Dirección: Walter Ferreyra Ramos
Maquillaje (breve absurdo nacional):
Dramaturgia: Daniel Cinelli
Actúan: Pablo Palacio, Víctor Anakarato, Patricio Gonzalo, Eleonora de Rueda
Música: Gerardo Amarante
Asistente de dirección: Luis Latella
Dirección: Norberto Gonzalo
Madagascar
Madagascar
Luis E. Benítez
Editorial Vestales, 2017
Novela, 320 pp.
por Rubén Sacchi
Como lector empedernido de Benítez, justamente desde aquellos lejanos días de Poemas de la tierra y la memoria, me sumergí en las páginas de Madagascar. Mi formación atraviesa un recorrido que coincide en muchas paradas con sus lecturas y esa puede ser una explicación de mi atracción hacia sus obras. La fantasía y el clima denso de su prosa resultan atrapantes.
¿Qué llevó al autor a escribir sobre corsarios? Tal vez esa vieja deuda que tenemos con nuestra primera edad aunque, si bien la novela puede emparentarse con las historias de Sandokán, se percibe una pluma que apunta a otra cosa, un mensaje más maduro que aquellos viejos relatos de piratas.
Hay pasajes que, particularmente, resultan exquisitos. Tal el de la ballena, émulo de Moby Dick, que lleva, atados a su destino, infinidad de lanzas y arpones, reflejo de la codicia y la maldad humanas, convirtiendo a la pobre bestia en una criatura sufriente.
Enmarcada en la corriente utópica, la narración hace un paralelo con la fundación, ascenso y caída de Libertatia y las pujas religiosas entre católicos y protestantes, imponiendo creencias a sangre y fuego, tan lejos del amor y la piedad predicados. Deambulan personajes extraños, como un catador de agua o un cura anarquista. Este dominico, desarrolla un planteo libertario, pero de corte religioso. Con postulados de justicia social más igualdad y fraternidad, la propuesta se emparenta a la del internacionalismo revolucionario, notoriamente cercano al proceso de la Revolución Comunista.
La ideología supone un esfuerzo intelectual, así como la creación literaria. Benítez es la prueba viviente de que la "fatiga o cansancio" puede quebrarse por la propia voluntad.
El autor es un utópico empedernido, aunque se autodefina como pragmático, ya que éste no podría arribar, como él, a la maravilla. Bienvenida su contradicción. Va mi agradecimiento a Vestales, por seguir apostando a las supuestas causas perdidas.
Luis E. Benítez
Editorial Vestales, 2017
Novela, 320 pp.
por Rubén Sacchi
Como lector empedernido de Benítez, justamente desde aquellos lejanos días de Poemas de la tierra y la memoria, me sumergí en las páginas de Madagascar. Mi formación atraviesa un recorrido que coincide en muchas paradas con sus lecturas y esa puede ser una explicación de mi atracción hacia sus obras. La fantasía y el clima denso de su prosa resultan atrapantes.
¿Qué llevó al autor a escribir sobre corsarios? Tal vez esa vieja deuda que tenemos con nuestra primera edad aunque, si bien la novela puede emparentarse con las historias de Sandokán, se percibe una pluma que apunta a otra cosa, un mensaje más maduro que aquellos viejos relatos de piratas.
Hay pasajes que, particularmente, resultan exquisitos. Tal el de la ballena, émulo de Moby Dick, que lleva, atados a su destino, infinidad de lanzas y arpones, reflejo de la codicia y la maldad humanas, convirtiendo a la pobre bestia en una criatura sufriente.
Enmarcada en la corriente utópica, la narración hace un paralelo con la fundación, ascenso y caída de Libertatia y las pujas religiosas entre católicos y protestantes, imponiendo creencias a sangre y fuego, tan lejos del amor y la piedad predicados. Deambulan personajes extraños, como un catador de agua o un cura anarquista. Este dominico, desarrolla un planteo libertario, pero de corte religioso. Con postulados de justicia social más igualdad y fraternidad, la propuesta se emparenta a la del internacionalismo revolucionario, notoriamente cercano al proceso de la Revolución Comunista.
La ideología supone un esfuerzo intelectual, así como la creación literaria. Benítez es la prueba viviente de que la "fatiga o cansancio" puede quebrarse por la propia voluntad.
El autor es un utópico empedernido, aunque se autodefina como pragmático, ya que éste no podría arribar, como él, a la maravilla. Bienvenida su contradicción. Va mi agradecimiento a Vestales, por seguir apostando a las supuestas causas perdidas.
El último viaje
El último viaje
de Mathieu Orcel
Colegio de Abogados
Corrientes 1441, CABA
Colegio de Abogados
Corrientes 1441, CABA
Documental, 61’
Kôn Sud Productions, 2018
por Rubén Sacchi
El filósofo francés y padre del existencialismo,
Jean-Paul Sartre dijo que “para que el suceso más trivial se convierta en
aventura, es condición necesaria y suficiente contarlo”. La película de Mathieu
Orcel, compatriota de aquél, recorre esa sentencia con toda la subjetividad que
la misma conlleva. Hablo de subjetividad, más allá de la que acompaña todo
hecho artístico, la menciono en relación al hecho narrado, ese que va a
representar diferentes cargas, dependiendo del individuo que lo experiencie. Esas
particularidades se reflejan en las tres protagonistas del film, pese a la
aparente uniformidad que las agrupa (territorio, religión, nivel económico,
etc.). Sin embargo, un proyecto las motoriza por igual: conocer el mar antes de,
eufemísticamente, partir.
El mediometraje es un documental antropológico, que explora
en la vida de Marta, Elena y Angélica, tres salteñas septuagenarias y jubiladas
que se postulan en un programa de turismo social y resultan seleccionadas para
viajar al complejo de Chapadmalal. El trabajo sobre los protagonistas evidencia
el dominio sobre la materia y un buen manejo de la cuestión actoral, quienes se
desempeñan con una naturalidad y una soltura admirables. El hermoso texto que
se recita en off durante el film le confiere ribetes poéticos.
El manejo expresivo de los tiempos, ubica claramente
el peso del viaje sobre el itinerario –algo más de dos mil kilómetros- y pone la
carga religiosa como otro pilar en el que apoyarse, llevando a la reflexión de
cómo una organización estatal vulnera el laicismo indispensable para que el
beneficio otorgado sea realmente universal. Tal vez, el pequeño flash de La
canción del carcelero, que suena en un momento del viaje, nos dé alguna metafórica
pista.
La cinta está atravesada por la tensión generacional que provoca la tecnología y la inevitable reflexión acerca de un programa social tan necesario pero que, en manos del neoliberalismo, deja de ser un objetivo de gobierno y está condenado a la desaparición.
La cinta está atravesada por la tensión generacional que provoca la tecnología y la inevitable reflexión acerca de un programa social tan necesario pero que, en manos del neoliberalismo, deja de ser un objetivo de gobierno y está condenado a la desaparición.
El film obtuvo
las distinciones de: Ganador Premio del Público, Competencia Mejor Documental
Internacional Festival Cine de las Alturas 2018; Selección F.I.P. Ventana Sur –
Le Marché du Film de Cannes y Film de Apertura Muestra Otros Cines IX 2018.
FICHA
Director: Mathieu Orcel
Dirección de fotografía: Alejandro Reynoso
Sonido: Christian Gremes
Productor: Agustín Muñiz
Varios: Laura Larrosa
Música: Lucy Patané
Guión: Mathieu Orcel
Montaje: Alejandra Almirón
Sonido: Christian Gremes
Productor: Agustín Muñiz
Varios: Laura Larrosa
Música: Lucy Patané
Guión: Mathieu Orcel
Montaje: Alejandra Almirón
Prensa: Marcos Mutuverría
ACERCA DE MATHIEU ORCEL
Nació en Francia y
estudió Filosofía y Antropología en París. Con su productora KÔN SUD (www.konsud.com), Mathieu Orcel desarrolla proyectos de cine documental para las
salas de cine y numerosas señales de televisión, de ambos lados del Atlántico
como Arte, Canal +. Al Jazeera english, BBC, AJ+, France Télévisions, Planète
+, INCAA, Cine.Ar, Canal Encuentro, TDA y la TV Pública Argentina.
Su serie documental,
“Salida de Emergencia”, recibió varios premios como "Construyendo
Ciudadanía" del AFSCA, o "Mejor Director" del Festival Libercine
2013. Su documental, “Para los Pobres Piedras” fue parte de la Competencia
oficial del Festival Internacional de Cine Documental de la Ciudad de México: 7
DocsDF y Selección oficial del #32 Festival International du Film d’Amiens, del
25 Ciné Latino de Toulouse y de los Regards d’Ailleurs, en Francia. “El último
pasajero” filmado en Mar del Sur fue Selección Oficial del BAFICI, MARFICI,
Ventana Andina, y Ventana Sur- Le Marché du film de Cannes. Su último trabajo
es “El último viaje”, Ganador del Premio del Público en el Festival
Internacional Cine de las Alturas 2018, Film de Apertura de la Muestra Otros
Cines y parte de la Selección oficial F.I.P. de Ventana Sur - Le Marché du Film
de Cannes.
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